Viajando Ligero/ Sopa tarasca

AutorJim Budd

Las ganas de una sopa tarasca me hicieron regresar a Pátzcuaro hace poco. El frío tiempo del Distrito Federal me estaba royendo los huesos, y no hay nada como una hirviente sopa tarasca para combatir el frío. Podemos conseguirla en la Ciudad de México, pero no sabe igual. Además, me gusta Pátzcuaro, y había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve allí.

Nada ha cambiado. La Secretaría de Turismo ha declarado a Pátzcuaro uno de los pueblos mágicos de México, pero eso es reconocer simplemente una verdad conocida. El Siglo 18 empapa la ciudad. Aunque a algunos les parezca sucio y mugriento, la gente con alma de artista llama a eso simplemente la pátina que llega con el tiempo.

Y la gente con alma de artista está encantada con Pátzcuaro. Lo ve como una Oaxaca o un San Miguel de Allende sin descubrir. La estridencia está prohibida. Las fachadas comerciales se identifican sólo por discretos letreros, con letras negras y rojas. En los muros de casi todas las fondas y posadas -y Pátzcuaro tiene muchas- cuelgan cuadros de maestros locales. Ninguno de ellos parece muy prometedor, pero su esfuerzo es merecedor de elogio.

Centro de la región tarasca, rico en artesanías y espléndido en su paisaje, Pátzcuaro se abre paso desde la costa del lago y se extiende hasta la plaza con una libertad de forma que es la antítesis de la atildada y principesca Morelia. El monumento de la plaza grande no es el homenaje a la oratoria de un político ni a un general a caballo, sino a un religioso español de la época de la colonia, Vasco de Quiroga. Le llaman Tata Vasco.

Más que ningún político ni soldado, Vasco de Quiroga moldeó el destino de la región montañosa de Michoacán, hasta el punto de que su espíritu sigue vivo casi 500 años después. Llevan su nombre hoteles, escuelas, incluso cantinas. A Vasco de Quiroga se le atribuye, si no el arranque de la artesanía en Michoacán, por lo menos su perfeccionamiento. Dice la leyenda que este fraile leyó la "Utopía" de Tomás Moro durante el largo viaje a través del Atlántico y llegó con la esperanza de establecer en el Nuevo Mundo un paraíso terrenal. Siguiendo las huellas de los conquistadores -que al no encontrar gran cosa de oro en las colinas verde esmeralda se siguieron de frente- Tata Vasco vio que cada aldea se especializaba en fabricar un artículo concreto, cosa que impulsó. Todo mundo en todas partes debía ser artesano, y todos prosperarían. Por desgracia fueron pocos los que prosperaron. Hoy la región es...

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