Viajando Ligero/ La otra Santa Fe

AutorJim Budd

Es probable que no sea políticamente correcto llamar elitista a Santa Fe -la de Nuevo México-, pero parece que cierta petulancia se apodera de ella durante los meses de invierno. El verano es la temporada de actividad en la que actúa la famosa ópera de Santa Fe. En las veladas vespertinas relumbran los conciertos de música de cámara, los ballets y los estrenos casi todas las noches en una u otra de las 230 galerías de arte de la pequeña ciudad. El invierno adopta un aire de mayor exclusividad. Los visitantes son relativamente pocos y se deleitan en la sensación de estar compartiendo un secreto, el de que febrero y marzo son los mejores meses para vacacionar en lo que algunos viajeros consideran el sitio más encantador del hemisferio occidental.

Santa Fe, la más antigua de las 51 ciudades capitales de los Estados Unidos, se ubica allí donde empiezan las Montañas Rocallosas. Situada a la misma altitud de la Ciudad de México, se ostenta como un lugar distinto, y vaya que si lo es. La dominante arquitectura de adobes redondeados está inspirada en la que se utilizó en las convecinas aldeas indígenas. Vigas de apoyo labradas a mano asoman a través de gruesos muros de color terroso alegrados por puertas y marcos de ventana con su chispeante pintura azul turquesa para que no entren los malos espíritus. El ambiente es el de un San Miguel de Allende para la clase alta.

La ciudad rodea una plaza principal con todo y su Palacio de los Gobernadores que ahora funciona como museo. Las calles angostas y retorcidas fueron en un principio veredas para burros. Ninguna estructura tiene más de cinco pisos de alto. Esa es la ley.

Cada día se reúnen los indios en la plaza para vender sus mercancías, trabajos y artesanías de toda clase. Son frecuentes los precios altos. Un collar de turquesa podría costar 500 dólares. Santa Fe no seduce a los viajeros sujetos a un presupuesto. Como algunos empleados se han quejado de que ya no se pueden permitir el lujo de vivir en el lugar donde trabajan, las fuerzas vivas de la ciudad han estado hablando de fijar un sueldo mínimo de 10 dólares por hora.

La práctica del esquí es agradable, aunque nadie pretenderá en serio que sea la mejor. Los visitantes invernales de Santa Fe procuran gozar del esquí sin fanatismos. Los fanáticos prefieren las laderas más retadoras que asoman en el no muy lejos Taos. Santa Fe es ideal cuando algunos miembros de la familia deseen esquiar, mientras otros prefieran quedarse en la ciudad...

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