Viajando Ligero / La magia de los parques

AutorJimm Budd

Walt Disney nos dio a Mickey, Donald, Blanca Nieves y muchos personajes más, pero, sobre todo, convirtió al parque ordinario de atracciones en algo extraordinario, y todo lo que vino después sólo intentó imitar la proeza.

La Ciudad de México disfruta de su Six Flags, ya sabemos, la cadena de parques más grande alrededor del mundo (que nació en Texas en 1961), pero la tendencia que comenzó Disney se extendió por todos lados.

Algunos parques temáticos fascinan más que otros. Por ejemplo, Loveland, situado en la isla de Jeju de Corea del Sur, es una especie de parque escultórico, con sus 140 piezas eróticas... algunas hasta interactivas.

La isla es un resort lunamielero en un país donde muchos matrimonios son aún arreglados por los padres y las parejas se conocen el día de la boda. Luego viajan a Jeju para aprender acerca de lo que viene después. El parque no cuenta con atracciones mecánicas. No hay ni siquiera un túnel del amor. Las exposiciones son más bien didácticas.

Muy diferente es Grutas Park, en Lituania. Algunos llaman al lugar Parque Stalin, un monumento en la época en que Lituania era una República Socialista Soviética. Como Loveland, Grutas es un parque escultórico, pero en lugar de exhibir piezas "amorosas" lo que se puede ver son estatuas a Stalin, Lenin y otros cuyos monumentos fueron retirados cuando el país recuperó su independencia.

Música marcial de los viejos tiempos suena desde altavoces encima de un tipo de torre de guardia de un campo de concentración. Añadiendo a ese ambiente, la cafetería ofrece un plato de nostalgia: salchichas envueltas en cebollas, pero acompañadas de vodka.

El sitio no está en la ruta turística más lógica, pero muchos dicen que vale la pena recorrer las largas distancias para verlo. Depende del gusto del viajero, deberían aclarar siempre.

Por su parte, Dickens World, en Inglaterra, también puede ser diametralmente opuesto al concepto de parque de diversiones de nuestra imaginación. Tanto, que más de uno hallaría que lo que hace feliz es saber que vivimos ahora y no en la época de Charles Dickens.

Cualquier alumno obligado a leer "Oliver Twist" sabe que Londres en el siglo 19 estaba cubierto de niebla y hollín y plagado de prostitutas y carteristas, además de que olía a aguas residuales.

Y Dickens World, ubicado a una hora de Londres, intenta recrear este poco atractivo escenario... aunque tampoco hay que espantarse tanto, porque al menos las prostitutas y los carteristas son actores.

En sus...

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