La Alcazaba/ El verdadero progreso

AutorLuisa Fernanda Cuéllar

Dice el escritor español Antonio Gala que si el progreso no es humano no es progreso, y esto viene a cuento porque hasta hace unos años se pensaba que un modelo de desarrollo era equivalente a la acumulación de riqueza material.

Se suponía que al aplicar una estrategia de crecimiento económico continuo, se lograrían satisfacer todas las necesidades básicas y se alcanzarían niveles más altos de bienestar.

Fue mediante el uso indiscriminado del medio ambiente y de la tecnología que se aseveró que todo lo que pudiera favorecer el auge económico era positivo. A nadie se le ocurrió pensar que avanzar de esta manera podía ser insano y obstaculizar el correcto desenvolvimiento del hombre. La economía se erigió como un ente aislado del entorno ecológico en el que estaba enclavada manteniéndose distante e inmutable.

Los grandes avances tecnológicos nos hicieron creer que la naturaleza no formaba parte de nuestro progreso y que nosotros éramos capaces de crear un universo ajeno que satisficiera nuestros más íntimos deseos. Dejamos de someternos a los ritmos marcados por la naturaleza y fue entonces cuando los ciclos de la tierra, los cauces de los ríos y los cambios de las estaciones fueron impuestos por la mano del hombre.

Nos creímos los dueños del planeta y nos vendieron la idea de que éramos capaces de dominarlo, modificarlo y moldearlo a nuestro gusto aunque fuésemos contra natura.

El ser humano ha sido capaz de poner a su servicio una tecnología con la que no soñaron nuestros abuelos, además de generar energía y crear un modus vivendi sustentado en los bienes materiales. Sin embargo, ahora estamos frente a una realidad muy diferente.

Los enormes problemas ambientales han puesto en entredicho este modelo de desarrollo económico, y la idea de una sociedad próspera a partir de un crecimiento sostenible y acorde con el entorno, se hace cada día más fuerte.

Nuestro agredido planeta despertó y nos ha recordado cuán vulnerables somos, basta con un huracán, un terremoto, unas inundaciones o una sequía, para ponernos de cabeza y arrasar con la especie humana.

El progreso ha contaminado nuestras vidas en forma física y psicológica expandiéndose como un cáncer que mina nuestras perspectivas de bienestar. Esta misma contaminación aparece en las empresas cuando la única meta a lograr es el incremento desproporcionado de las utilidades.

Es entonces cuando el frágil equilibrio entre ganancias y satisfacción humana se rompe.

Las organizaciones que están...

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