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Para ver y leer bajo el árbol / Navidad con la abuela (II)

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Vincent
AutorAgustín Madrigal

Segunda parte

Después de las dos salas, sigue el comedor. Ese en donde cada Navidad se sirve el pavo, el puré, el relleno, manjares mezclados de amor y delicadeza por las manos de esas sabias mujeres. Esos platillos que huelen a afecto y saben a glorias. Esos platos de fina vajilla, llenos a más no poder con suaves caricias de simpatía y ternura.

Primos, tíos, nietos, todos sentados a la mesa saboreando cada bocado como con miedo a que todo termine, con temor eterno a dejar pasar cada momento y cada escena. Las noches se van en platicar, primero sentados todos en los sillones de las dos salitas, masticando lentamente cacahuates, salchichas y papas fritas, fruta deshidratada y dulces, mismos que la abuela escogía pensando en cada nieto y que tía Irma compra imaginando las caras de los sobrinos al saborear los Carlos V, los pirulí, tan llenos de vida y corazón.

Durante toda la noche, la cocina es un verdadero caos. "Lleva esto", "trae aquello", "checa el pavo", "saca el cuchillo eléctrico y pásamelo para comenzar a rebanarlo", dicen muchas voces en medio de los olores a comida y felicidad.

Sentarse unos segundos, sólo a escuchar de qué hablan los invitados, es conocer Culiacán desde sus inicios hasta sus fábulas actuales.

"Cuéntame de la Mary, ¿sigue con el negocio?", "¿Qué le pasó al hijo de Roberta, lo dejé de ver", "No, yo conocí a tu tía Norma cuando don Antonio vivía por la Robles", diálogos que se pierden entre las charolas de botana y las horas del reloj. Abrazos, besos, tías y tíos siempre dispuestos a escucharte y darte un profundo y tierno abrazo.

La abuela, esa mujer siempre entregada a los nietos, achaparradita pero fuerte y valerosa, signo vivo de que Dios se vive en el interior de cada persona. Las tías, hermanas de mamá, con ese corazón caritativo y lleno de vida. Todos ellos reunidos una noche en que el correr del tiempo se...

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