Ventana al pasado

AutorPatricia Miranda

Enviada

EXTREMADURA.- Si España es la Madre Patria, Extremadura debe ser algo muy parecido a una hermana mayor, o quizá, a esa tía abuela a la que nunca se ha visto pero a quien se reconoce apenas transcurren los primeros minutos de una visita.

Y es que desde este trozo suroeste de España no sólo salieron casi todos los conquistadores y frailes que se volcaron en la empresa de colonizar América; sino también, esos personajes anónimos del pueblo que no poseían blasones, ni linajes, ni se hicieron acreedores a una estatua ecuestre, pero que compartieron sus costumbres con los habitantes de aquel mundo nuevo y heredaron riquezas tan sencillas como las de tapizar las fachadas de las casas con floridas macetas.

Por ello, no es raro que el latinoamericano que por acá se da una vuelta, tenga la sensación de haber estado ya en esta tierra.

Al recorrerla, puede reconocerse el legado romano y la dosis de sangre latina en Mérida (capital de esta Comunidad Autónoma española). La influencia árabe rebasa los alcázares y aljibes y se hace presente en nombres tan familiares como el de Guadalupe.

Pero más allá de los monasterios, las plazas porticadas y las ciudades medievales son los pequeños pueblos los que conquistan a quienes una vez ya fueron conquistados.

Porque aún tiene Extremadura la fortuna de contar con abuelos que se reúnen, a mediodía, a conversar en los portales o en las fuentes con chorros, mientras el aroma de la caldereta de cordero se escapa de los fogones a través de diminutas ventanas.

En las guías turísticas se enlista un sinfín de edificios y monumentos por ver, pero el más valioso Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural está en las escenas cotidianas, como la protagonizada por los estudiantes que...

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