'Venimos por ética y por necesidad'

AutorJorge Ricardo

"Muere más gente de hambre, y eso es lo que yo le digo a mi hija: que muere más gente de hambre que de esta enfermedad", dice la señora Victoria, de Neza, y parece que va a llorar y echar sus lágrimas en la gordita de masa azul con nopales, pero se contiene.

Está sentada en la banqueta, cubriéndose el violento calor del sol con un árbol, mientras adentro del sindicato del IMSS su hija Vanessa Guzmán, de 27 años, laboratorista clínica egresada del Cetis 57 de Iztapalapa, busca un lugar en la primera línea de combate al coronavirus que ha matado a más de 125 mil personas en todo el mundo, 406 en México.

Si consigue el puesto, no sólo estará en riesgo su vida, sino la de su padre, un tornero mecánico con diabetes que como única precaución se mantiene alejado de la fila y lleva un cubre bocas viejo.

"Sé que soy más propenso, pero no puedo dejarlas que se vengan en el transporte público, por eso salimos a las tres y media de tu pobre casa", dice Francisco Guzmán.

Recuerda que hace medio año vino a buscar trabajo con su hija, pero les pidieron "una palanca". Ahora que el IMSS envió a descansar a 300 enfermeros y doctores sindicalizados, vinieron a buscar la oportunidad a pesar de que será eventual el contrato donde su hija podría arriesgar la vida.

"Yo estoy con el temor, porque sí me da miedo, y es lo yo le digo a mi hija, trato de darle ánimos. Le digo 'si no te dan equipo para luchar contra esa enfermedad, cómpratelo tu misma, porque la seguridad es primero'", dice la señora Victoria. "Es más la necesidad y porque el Seguro da buenas prestaciones", añade su marido.

La fila de aspirantes rodea varias cuadradas, se despedaza sobre la banqueta, guarda la "sana distancia" a veces. La mayoría está de pie, abanicándose con sus títulos y certificados, inservibles hasta hace dos días. Pero hay quien no logró dormir toda la noche y ahora cabecea en cuclillas o duermen sobre el suelo.

Si este es un ejército ya está cansado, con el semblante sombrío de quien no tiene empleo y camina a una zona de muerte, porque no parece ninguno optimista y los contagios y las muertes crecen dramáticamente.

"Yo amo mucho a mi País y me duele lo que está viviendo. No tengo miedo a morir y si muero en esto pues yo sé que me voy a ir con ese don", dice Ariadna Rojas, de 40 años, química del IPN que se quedó a dormir sobre un cartón sobre la banqueta, todavía sin saber si hay un puesto para ella.

Está consciente de que si la aceptan, no podrá volver a su casa para no poner...

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