Polución en las venas

AutorDalila Carreño

Los datos hablan por sí solos. En 2012 se registraron 118 días con mala calidad del aire, y 2013 se convirtió, apenas en mayo, en el año con más precontingencias ambientales de la última década.

Y aunque desde el 2000 ha habido una tendencia descendente del ozono, la situación es preocupante para la salud porque los síntomas de la alta concentración de contaminantes no siempre son inmediatos.

Así lo afirma Armando Retama, director del Sistema de Monitoreo Atmosférico de la Secretaría del Medio Ambiente del DF.

"Podemos respirar altos niveles de ozono y no sentir nada. Niños que han estado expuestos 20 años de su vida a estas concentraciones, después de los 40 o los 50 van a experimentar un problema grave de salud que en casos extremos se puede convertir en cáncer", indica.

José Agustín García Reynoso, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM y actual presidente del Colegio Nacional de Ingenieros Químicos y de Químicos, coincide con Retama en que las consecuencias pueden desencadenar graves problemas.

"El ozono tiene efectos agudos como irritación de ojos, garganta, dolor subesternal en el pecho. Algunas partículas hacen que la sangre se haga más densa, que los vasos sanguíneos se constriñan y exijan al corazón más esfuerzo. Hay estudios que relacionan muertes por efectos cardiovasculares a la concentración alta de partículas", dice el investigador.

Cuanto más pequeña sea una partícula, ésta llegará al sistema respiratorio de forma más profunda. Y en la atmósfera las hay diminutas, menores a 2.5 micrómetros, conocidas como PM 2.5.

"Como son tan pequeñas no las detiene el sistema respiratorio. Las más grandes quedan retenidas en los vellos de la nariz, las que son un poquito más pequeñas se atoran en la garganta, las que siguen en los bronquios, algunas más llegan a los alveolos y hay otras que pueden cruzar la membrana alveolar sin problema", afirma Retama.

"Ahí encuentran un medio de transporte para llegar a todo el organismo. Las partículas solubles al agua se disuelven e incorporan al torrente sanguíneo, y las que no lo son se acumulan en el tejido graso".

Martha Patricia Sierra, jefa del Laboratorio de Investigación en Bioquímica y Medicina Ambiental del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, agrega que los efectos dependen del tipo de contaminante, el grado de exposición, el estado nutricional y de salud, así como la carga genética del individuo.

"Las personas que gozan de buen estado de salud generalmente pueden contrarrestar sus efectos; Sin embargo, aquéllas que padecen enfermedades crónico degenerativas, como afecciones del corazón y de los pulmones, tienen un mayor riesgo de agravar su estado de salud si se exponen a ambientes muy contaminados", señala.

"Un efecto constante que ha sido mostrado en varios estudios epidemiológicos es el incremento en la mortalidad y en las admisiones hospitalarias al servicio de urgencias por padecimientos respiratorios y cardiovasculares".

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