Las Vegas con todo y familia

Si crees que no puedes visitar el lugar de las apuestas porque ahora tienes hijos, piénsalo dos veces.

La última vez que vacacioné en Las Vegas, viajé bajo presupuesto, con amigos que tienen conflictos con la regadera y comida "preparada" en el hotel. Fue para mi despedida de soltero, en aquellos días donde pasar toda la noche en las mesas de blackjack de dos dólares y dejarles grandes propinas a las curvilíneas meseras que distribuían cocteles era lo máximo en cuanto a bacanales se refiere. Era más como una mala fiesta de universidad con bebidas gratuitas, pero para mi, Las Vegas todavía pulsaba con la misma energía nocturna que hacían de ésta, la ciudad de Sinatra tres décadas atrás.

Pero eso era cuatro años antes de que el nacimiento de mi primer hijo puso el freno a los viajes irresponsables. El inicio de mi carrera como hombre de familia coincidió con el impulso de marketing como destino familiar. El momento perfecto, pensé. Si la mayoría de las ciudades para adultos se vendía ahora como un parque temático sin mugre, tómenme en cuenta.

Así que inicié mi primer viaje en familia con curiosidad y consternación. ¿Acaso esta imagen de destino "familiar" era simplemente un complot para hacer que los niños pequeños se enganchen en los placeres de lo que hoy llaman apuestas? Especialmente cuando la nueva generación de máquinas de apuesta digitales parecen PlayStations y presentan viejos programas como Mi Bella Genio.

Me sentí como extraño en una tierra extraña después de manejar cuatro horas de Los Angeles a la ciudad que brillaba en el horizonte. Mientras mi esposa, nuestras dos hijas y yo nos acercábamos, busqué en vano algunos de los signos de mi pasado (un letrero de "toda la langosta que puedas comer por 3.99", hubiera bastado).

Pero mientras sonaban las campanas de mi juventud perdida, mis hijas miraban con asombro. A la izquierda estaba el anuncio donde se leía "Manhattan", del hotel New York-New York, con su falso puente de Brooklyn y una Estatua de la Libertad mini-me. A una distancia media, la Torre Eiffel del hotel París emergía sobre Las Vegas Boulevard. Lo odié, mis hijas lo amaron.

"¡Guau! Nunca estuve tan cerca de una Estatua de la Libertad tan falsa en toda mi vida", exclamaba mi hija Samantha de seis años.

Para los niños que aprenden geografía por primera vez, Las Vegas es una mezcla emocionante y confusa. Tuve que pasármela explicándole a mi hija de 4 años, Allegra, que no puedes ir caminando de París a Manhattan.

New York...

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