Entrevista / Vanessa Bauche y Margo Glantz: El viaje intelectual

AutorJaime Reyes Rodríguez y Adriana Cortés Koloffón

Foto: REFORMA / Fabián García Barajas.

El lugar aún está cerrado, pero adentro dos mujeres conversan, hay empatía a pesar de la diferencia generacional; aunque es la primera vez que Margo Glantz y Vanessa Bauche hablan cara a cara, se conocen ya a través del trabajo respectivo en la literatura y el cine. Los temas son varios: el origen, los viajes, la errancia, la música, los libros, el yoga y la política, y en todos éstos el humor, la ironía son notorios, pero cuando se trata de la violencia de género, el reconocimiento a lo femenino y su lucha por el respeto y la equidad, se convierten en guerreras. Cuando el merendero Las Lupitas abre sus puertas al público en general, el encuentro organizado por El Ángel entre la escritora y la actriz, ya lleva un ritmo que el ruido de los comensales no fractura, las mujeres se siguen la mirada y buscan no perder un solo instante la interlocución. El diálogo entre ellas es profesional y serio, pero sobre todo amistoso, como si fuera la continuación de una conversación iniciada mucho tiempo atrás. Se trata de dos mujeres viaje adentro, de sus pensamientos, su sentir, sus voces.

El movimiento y la pertenencia

Margo Glantz: Desde muy niña, la idea de viaje ya era algo normal en mi recuerdo; mi padre viajaba mucho, y los viajes para recogerlo en el aeropuerto me hacían soñar en mis próximos viajes en el futuro, cosa que afortunadamente se cumplió. Me he pasado la vida viajando. Si no viajo me muero; si no tengo un viaje en el futuro, siento como que éste se acaba. Monsiváis dice que siempre tengo la maleta en el umbral de la puerta.

Vanessa Bauche: Yo tengo mi casa en el umbral de la maleta. Vivo en la maleta.

MG: Es que en el viaje se vive el círculo perfecto, porque siempre estoy esperando partir y regresar al mismo lugar, y me da la impresión de que es un viaje estático, porque preveo que voy a regresar al mismo lugar siempre.

Y es curioso, nunca uso la palabra círculo, pero supongo que es muy importante. Los círculos en mi vida, que ya es muy larga, se han ido encimando, tocándose unos con otros para convertirse en cosas muy diferentes. Lo que hacía de niña y lo que he hecho después no tiene mucho que ver.

VB: Para mí es más como espiral, creo en los ciclos, en que todo es transitorio, pero no en una lógica circular, sino de espiral, ese es el concepto que tengo de redondez.

MG: He sido viajera intelectual desde niña, porque pasaba mucho tiempo leyendo, el mundo que conocía era un mundo de posibilidades virtuales, no en el sentido de las computadoras, sino en el sentido de que la literatura me daba la posibilidad de vivir miles de vidas, viajaba constantemente en los libros para luego emprender un viaje mujer adentro. Mi vida ha sido un poco eso, ya que tiene mucho que ver con lo literario, aunque, obvia y afortunadamente también se trate de un viaje concreto, definido, real.

VB: Claro, cuando uno se mueve tanto en el afuera, necesariamente debes tener un equivalente en tu interior. Siempre he procurado tener una búsqueda espiritual permanente, y no podría prescindir de la mística, de la búsqueda de la belleza o de las manifestaciones puras de la vida que parten desde el interior, donde resuena en mi corazón lo que veo afuera; siempre procuro crear un vínculo o un puente que tenga que ver con la espiritualidad, que tenga que ver con el autoconocimiento, pues uno no aprende a conocerse si no viaja.

MG: Bueno, por ejemplo, el hecho de ser hija de inmigrantes plantea una dificultad en relación con la palabra identidad y sobre todo con la pertenencia, el hecho de nacer en México y que mis padres vinieran de Ucrania, con un pasado, idioma, color totalmente distintos del de aquí, con una religión diferente a la de la gente que nos rodeaba, plantea diferencias y aumenta la sensación de no pertenencia.

Soy mexicana, totalmente mexicana, pero a veces el hecho de ser judía hace que las cosas se vean de manera distinta.

VB: En ese sentido hay muchas similitudes entre nosotras. Mi padre es cantante y he vivido más como una gitana. Toda mi vida he estado moviéndome, cambiándome.

Me independicé a los 23, pero antes de eso siempre nos estuvimos moviendo; vivimos más o menos estables en el DF, ni siquiera en una colonia, unos 10 años, y desde entonces creo que me he cambiado en promedio una vez por año; entonces, para mí, el concepto de arraigo o pertenencia es muy raro, porque soy una persona muy desapegada de lo material y los afectos los concibo metafísicamente, puedo amar profundamente a mi familia, a mi gato o a mi pareja, pero el desprendimiento físico ha sido parte de mi vida; de los lugares y de las personas, incluso hasta de las costumbres, tengo una capacidad de adaptación camaleónica, a donde llego puedo adaptarme fácilmente.

Esta vida aparentemente desarraigada provoca en el individuo un sentimiento de...

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