¡Vamos mijas! / El sexochenta resultó ser el Papamóvil

Cerdochenta, ¿mito o realidad? Será porque ya lo tomé de ruca, pero jamás me ha pasado nada de lo que dicen pasa en esa ruta del terror. Me contaron miles de historias dignas de la más cochina película porno. Me dijeron que los hombres hacían cuanta guarrada. Que eran capaces de hacer el paso de la muerte en las curvas más peligrosas. Que fumaban mota, bañaban la mona y nunca se les caía, ni en el más profundo de los baches. A esa ruta le han colgado muchos santitos. De lo más raro que he oído, es que a un amigo le picó un alacrán llegando a Tesistán.

Nadie me ha violado, no he sido testigo de algo ni siquiera cercano, gracias a Dios. Los fajes normales que uno se chuta en cualquier lugar público y privado de esta Ciudad. En lo que no se equivocaron fue en decirme que no aguantaría la ruta completa. Antes del primer kilómetro iba a salirme hasta por la ventanilla de ser necesario. Especialmente en fin de semana y en horas pico, ya que la clase trabajadora solo se baña los domingos para ir a misa. Me advirtieron que me pepenaría de lo que fuera, me abalanzaría a la bajada gritando ¡sálvese quien pueda! Tal como me describieron el insoportable olor a mingitorio de cantina, no exageraron. Es una mezcla de sauna con fosa séptica rodante.

Yo sí les habló al chile. En mi caso, existe un agravante extra, mi estatura. Mi cara queda o en las axilas de los chaparros o enfrente del pizarrín de los pasajeros altos. Los olores me llegan directo.

De pasteleadas, tallarines de camarón, conocidos en el argot policíaco como "tocamiento", no puedo dar fe. De piropos, mejor ni hablamos. Resbalones a la bajada... de la unidad, empujones y apachurrones todo el trayecto, cachetadas con las mochilas, ver contar dinero delante de los pobres...

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