Vámonos pa' la capital

AutorGerardo Australia
Páginas91-115
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
monos
pa’ la capital
En 1928 don Tiburcio comenzó a padecer en su trabajo los problemas sindicales
que se daban en la industria veracruzana, además de la inestabilidad que dejó la
transición de gobernadores ese año, con el fin del mandato de Heriberto Jara, que
terminó renunciando a coscorrones, para dar paso a la segunda gubernatura del come-
curas Tejeda, quien logró reafirmar su recia política agrarista, cambiando la estructura
de la propiedad rural en el estado: de pronto más de 46 mil campesinos se vieron
beneficiados con aproximadamente 300 mil hectáreas, pero con poca o casi nada de
infraestructura.
La familia Gabilondo comenzaba a tener problemas económicos. El dinero de los
ahorros se terminaba y con la situación política en Orizaba la oportunidad de hacer ne-
gocio era cada vez menor. Además, el 12 de abril de ese año, llegó al mundo Jorge Ga-
bilondo Patiño, primer hijo de Charito y Pancho, por lo que las prioridades eran otras.
Fue así que don Tiburcio y el joven matrimonio decidieron mudarse a la Ciudad de
México, que por supuesto también atravesaba por sus propios y grandes problemas,
pero que ofrecía un mejor panorama que Orizaba y el resto del país.
La periodista Elvira García preguntó a don Francisco Gabilondo si en realidad le
impresionó el cambio de Orizaba a la Ciudad de México:
No, la Ciudad de México era muy tranquila; bueno, para darte un ejemplo. Si ibas por la calle
que hoy es Eligio Ancona, en la colonia Santa María y caminabas tres cuadras hacia el norte,
pues ya te encontrabas en medio del campo. Ahí donde está ahora la Nueva Santa María

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había hasta un laguito en el cual la gente
alquilaba trajineras, que no eran de re-
mos sino de varas. Allá se iban de pinta
los chamacos y por pasearse un rato en
esas trajineras les cobraban quince cen-
tavos la hora, y el lugar siempre estaba
así de lleno. Luego, nada más atravesan-
do Nonoalco solo había milpas; pasando
la avenida Baja California se topaba uno
con puros llanos; las colonias Narvarte y
Del Valle no existían, únicamente veías
huertas y pastizales y apenas por ahí al-
gún templo, el cuartel de La Piedad y la
Avenida Cuauhtémoc que antes se llamó
Calzada de La Piedad. Ahora bien, por
el otro lado, en la colonia San Rafael,
apenas pasando la calle de Villalongín
o Manuel María Contreras te topabas de
inmediato con el campo... Todavía re-
cuerdo haber visto autos tirados por ca-
ballos y también coches muy elegantes,
con troncos muy caros; así como ahora
la gente rica tiene autos franceses, carí-
simos, o Cadillacs, antes poseían autos
Foto: Archivo.

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