Todo valió la pena

AutorAdrián Basilio

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ATENAS.- Desde que terminó la Semifinal empezó a prepararse para el gran día. Un encuentro rápido con su familia y amigos más allegados la noche del domingo le permitió sobrecargar la motivación para salir a la pista a hacer lo que sabe, correr con seguridad y carácter una de las competencias más importantes de su vida.

Las 24 horas previas a la final, Ana María Espinoza no pudo con su hija la corredora Guevara, a pesar de que se encuentra en esta ciudad olímpica.

El lunes fue el último día en que la mamá de la ahora medallista olímpica habló con su hija, y fue por teléfono desde su hotel a la Villa Olímpica.

"Ayer fue el último día que hablé con ella, me dijo que estaba tranquila, que acababa de cenar y que se iba a descansar".

Ana Guevara se visualizó muchas veces en la Final de los 400 metros planos de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. De hecho, la imagen apareció en su mente instantes después de cruzar en quinto lugar en Sydney 2000 y desde entonces fue fija.

Cada uno de los años siguientes a Sydney parecieron representar un avance de unos 100 metros en su búsqueda del oro olímpico. La cosecha del bronce en el Mundial de Edmonton, en el 2001; la Golden League al año siguiente y el título de campeona mundial en el 2003, la acercaron a la meta olímpica.

Las horas previas a su cita en el Estadio Olímpico, donde no pudo convertirse en una Diosa Griega más, no fueron del todo normales. La rutina fue la misma, pero el ambiente no tanto. Una excitación disfrazada de tranquilidad inundaba el edificio de México en la Villa Olímpica.

Ana desayunó ligero en el comedor anexo. Cereal y fruta la acompañaron, lo mismo que su psicóloga Cristina...

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