El Valedor / Vernácula

Las tradiciones de la provincia, mis valedores. La semana anterior les conté que acabo de visitar la tierra de mi querencia, y que el tanto de tres días la viví, la gocé, la hice mía y percibí lo suyo que soy. Y cómo no, si es mi origen y raíz, el cordón de mi ombligo, que allá se me quedó junto con el quimil de vivencias limpio, inocente: sonidos, aromas, sabores, las primeras devociones, las primeras letras y los primeros amores que, por lo intensos, han resultado, hasta hoy, ser los últimos. Mi terruño...

Del incidente de La Purísima ya estoy curado y no hubo necesidad de cirugía mayor. Esta tarde, imprudente de mí, me desplacé hasta esa población enfiestada y en plena celebración de la virgen del Patrocinio, su santa patrona; y lo consabido: al alba, mañanitas con misa cantada, banda de música, danzantes y toda la pólvora en infiernitos y al lienzo charro. No es la Purísima un pueblo con lienzo charro, sino un lienzo charro que pastorea aquella tandadita de jacales atejonados entre la nopalera. Y qué jaripeo. Esos de a caballo, a lucirse ante las de enaguas y blusa bordada, como aquella que...

El jineteo, la almendra viva de polvaredón: picor en los ojos y en el gañote el ahogo. Pezuñas de cuaco, de res, de paisano, que sacan redobles en el tambor de una tierra sedienta, una reseca geografía que, paradójicamente, se inundaba de humedad: litros, medios litros, quintas, pomos, porros , damajuanas, cerveza, tequila, rones de todas marcas. Salucita y suéltenme ese toro pinto, y de súbito: ¡porrom!, que en plena nuca me truena la tambora, y me gorgorea el cornetín, a 20 centímetros el redoblante. La música de la tierra, la de la mística antífona que la entona usted y tiene 200 días de indulgencias. Ay, virgen del Patrocinio - y ayúdame con mis penas - mi vicio son los albures - y un poco más las morenas. (Amén.) y la escandalera cuando el charrito panzón de mirada alcohólica sale dando nalgazos sobre el espinazo de esa vaquilla josca.

Gritos, chiflidos, risotadas, a pico de botella los gorgoreos. Miré, en derredor; estos que beben gritan, palmotean, jinetean, ¿qué sensibilidad, imaginación, vida interior, espíritu? Mi gente, ¿cuántos libros al año? Dios. Miré al jinete, miré a los alboroteros, miré a la morena aquella, vestido de olanes, diente de oro, que me miraba y me sonreía, cuando en eso: "¡Virgen santísima!" Mérito más del licor que de la vaquilla, el panzón daba el cuartazo en el polvo, y la de olanes corría a auxiliarlo: "Al jacal...

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