El Valedor / Rey de burlas

Haber sido y no ser, les dije un día de estos. Rudo sino el de algunos que se lograron encaramar a la cima para, de la noche al día, rodar a esa sima donde mal sobreviven apenas, a penas, en la memoria royendo los días de bonanza, de rosas y vino. Trágico.

Hará cosa de días, revisando las planas del matutino, de repente percibí ante mis ojos el aletazo de la tragedia, la de uno que lo tuvo todo y que todo lo pudo, y que hoy día vegeta como apestado en el desván de la Historia y en el muladar de su propia familia: y créanme: experimenté una suerte de compasión por el sino del desastrado, y a la mente me llegaron otros de su misma alzada que en su momento supieron de fama y poder, de fortuna y honores, para luego dar con sus huesos en el estercolero. Job, por ejemplo.

Patriarca, apenas ayer, varón de prestigio, mando, riqueza, poder. Hoy, la indigencia, los andrajos, la purulencia. "Porque antes que mi pan viene mi suspiro". Job.

Príamo, otro que tal. Soberano, ayer nomás, de Troya la resplandeciente. Hoy, un anciano trémulo y suplicante que, pedigüeño de unos despojos mortales, desciende del trono hasta la tienda de Aquiles, el matador de su bienamado, le besa esas sus manos carniceras, y entre lágrimas le implora la merced del cadáver:

- He de dar sepultura al hijo mío, el amadísimo Héctor, y que no lo mancillen los perros...

Lear. Rey también él, por maniobrar senil e insensata ceder prematuramente su reino a dos de sus hijas tan adulonas cuanto malas entrañas, de monarca que fue va a rematar en loco, ululante de dolor, sin un mal refugio debajo de la tempestad anchurosa aquella noche cerrada. ¡Cielos..!

Pienso, por último, en Segismundo, el personaje central de La vida es sueño, de Calderón. Manipulado a lo perverso por sus cuidadores, a lo perverso por sus cuidadores, ya amanece hijo de rey, y ya obscurece cautivo y mascando yerbajos para sobrevivir. Atónito ante los trepidantes bandazos de la fortuna, el filósofo del infortunio musita:

"Soñemos, alma, soñemos.."

Porque así es de contrario el destino de aquél encumbrado al que súbditos tortuosos hicieron creer que era dios, o casi, y que a la hora del desengaño tendrá que reconocerlo: "Hoy, sombra de mí no soy". Y en la tonadilla populachera: "Las torres que en el cielo se creyeron un día cayeron en la humillación ." Lóbrego.

El de la referencia en el matutino, político y espantajo de...

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