El Valedor / Las mulas de México

Las mulas maiceras, mis valedores. La nota, fechada en Sandpoint, EU., revela que "N. McCrea, chofer de un camión, frustrado por los reglamentos del gobierno, abandonó su oficio y se compró una mula. Prefiero las mulas, dijo". Una nota más, fechada el 14 de este mes, dice que "Evaristo Pérez Arreola, ex-militante del P. Comunista, ex-dirigente del sindicato universitario y ex-asesor de (S)alinas, ahora se une a Fox". Yo, en leyendo ambas notas, digo a Mr. McCrea:

Así que prefiere las mulas. Allá usted, pero le prevengo: cuídese de ellas, que son traicioneras. Yo, trabajador universitario y militante del STUNAM, viajé muchos años a lomos de una: Pérez Arreola.

Largo era el tramo por recorrer en el sindicalismo mexicano, tortuoso y plagado de dificultades, pero el animal me llevaba a buen paso. Graneado y robusto, parecería ser acémila de condición, muy distintas a las otras de la misma recua (Talamantes, sin ir más lejos). Broncas las demás, esta era mansita, de trote fácil. Resabiadas las otras, atravesadas, alebrestadas y levantiscas (la Güera Rodríguez, y no digo más), esta era de fácil rienda y leal. Matreras las otras, chaqueteras que avanzan pajareando ya a la derecha o ya a la izquierda, según, la acémila que le cuento parecía ser derecha en su ideología de izquierda, y avanzaba sin corcovos, en rectitud. ¡Pero era mentira! ¡Fingimiento puro! Y es que mulas vemos, chaquetazos no sabemos...

Porque ocurrió, Mr. McCrea, que de un de repente, sin más, la mula dio el chaquetazo cuando yo más confiado avanzaba a lomos del animal, y cuando más rienda le había soltado. Un mal día, sin previo aviso, Pérez Arreola se dio el sacón, y pegó el reparo y me aventó al suelo vil. "¡Mula traicionera! ¿Pues qué jicotillo te fue a picar en medio de las verijas, que así defeccionas? Ah, la condición de las mulas..."

De no creerse, Mr. McCrea: apenas pude alzarme del suelo, todo quebrantado de cuerpo y ánima, ahí vi que la acémila me observaba con ojillos burlescos, papujados, y que en silenciosa carcajada pelaba aquella hilera de dientes amarillosos, de animal bien graneado y papadón que, de súbito, me plantó ante el...

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