El valedor / La misa del garañón

La situación se hizo pública hace un lustro corrido: "De 100 sacerdotes, 95 acostumbran la masturbación y 60 sostiene relaciones de sexo, ya sea de carácter homosexual o con niños o mujeres. Médicos de hospitales católicos son obligados a realizar abortos a monjas, preferidas de los curas porque aún no están infectadas de sida". ¿Se habrá subsanado, se habrá agraviado semejante situación? Pero no escandalizarse, exigía un Pedro Elizondo, por aquel entonces obispo de la diócesis de Cancún: "los curas pederastas lo hicieron por pura ignorancia. En tal medida puede aplicárseles el precepto de Jesucristo: perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen".

¿Cinismo, candor? Algunos sacerdotes denuncian que desde el seminario fueron víctimas de violación: "Una política del alto clero es proteger al sacerdote y salvaguardar la institución por sobre la dignidad de los afectados. Se pide a los familiares de la víctima que guarden silencio y se cuiden de interponer una denuncia penal para evitar el escándalo. ¿El problema de fondo? Que entre la jerarquía católica la pedofilia del sacerdote no se considera delito. Así, el escándalo se evita junto con la denuncia penal contra el sacerdote pedófilo, al que la jerarquía católica se concreta a reubicarlo en otro lugar. Lo "justificaba" Renato Ascencio, obispo:

"La ropa sucia se lava en casa. Nosotros tenemos nuestras propias autoridades y procedemos a través de nuestros propios tribunales eclesiásticos. En caso de detectar a sacerdotes que abusen sexualmente de menores, la jerarquía católica no los entregará a las autoridades judiciales, sino que los juzgará en sus tribunales y con sus propias leyes, y nada más".

¿El rigor de esas leyes? Roberto Blancarte, estudioso del tema: "La pena máxima que el derecho canónico puede establecer en casos de abuso sexual es la pérdida del...

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