El Valedor / Señora María...

El ajusticiado, mis valedores. Aquellos de ustedes que viven su condición de ateos, ¿reelerán por estos días el evangelio de Mateo? Los oratorios de Bach sobre el drama del Gólgota, ¿las escucha -quedo y a solas- por esos días? Qué bien. Así habrán de establecer una sana distancia del buen católico, que se la vive a estas horas arrastrando por playas y bares el traje de baño, como también de obispos y cardenales, que ahora mismo especulan en torno a la influencia del IVA en el tamaño y grosor del supositorio. Laus Deo.

De imaginario reporte que imaginarios discípulos hacen llegar a la madre del ajusticiado, estos párrafos para ustedes:

"Señora María: nos permitimos comunicar a usted el resultado de nuestras pesquisas acerca del paradero de su hijo Jesús Equis, desaparecido desde principios de la semana. Según versiones que se han filtrado entre la policía antiguerrillas, tenemos conocimiento de los hechos siguientes:

Su hijo, señora, fue acusado falsamente de guerrillero y aprehendido allá por los rumbos de Cd. Neza, donde decía sus parábolas al pobrerío. El compañero Jesús (Equis) fue secuestrado en un Neón sin placas y trasladado a alguna cárcel clandestina para luego ser presentado ante el procurador de justicia, que se negó a involucrarse en el caso por no encontrar elementos de culpabilidad en el detenido. Tras de lavarse las manos lo entregó a los de Antiguerrillas, que le aplicaron tortura durante toda la noche para forzarlo a hablar. No delata a sus compañeros de lucha. Señora María:

Por si algo la pudiese aliviar en trance tan doloroso, nos permitimos comunicarle, frente a sus torturadores, Jesús se ha comportado como lo que es: un revolucionario purísimo (no un guerrillero). Quienes tuvimos la suerte de conocerlo no lo olvidaremos jamás. Cómo, señora, si fue un varón de virtudes, de estatura cabal, que tuvo un gran amor por su vida y que, siendo su vida lo que de más lo que de más valor tenía (lo único suyo), su vida fue lo que aventó por delante a la hora de probarse aliado de un paisanaje al que amó sobre sí mismo. Que eso le sirva de consuelo en la almendra de la amargura, señora.

La vida del luchador fue sencilla, al ras; le gustaba caminar con los pies desnudos por la orilla del lago, y subir la alta montaña, y alimentarse de frutillas, y tenderse a la vera de los trigales. Amaba el mar...

Se sabe que gustaba de la...

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