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El Valedor / Insomnio y premoniciones

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Vincent

Poncio Pilato, mis valedores. El gobernador se asoma al balcón central de palacio y contempla la multitud que se amontona en la plaza. Sonríe, irónico: "Ahora veré qué tan bajo son capaces de caer esos". Y al jefe de la guardia:

- Que traigan a los reos.

Siente su ánimo ligero, muy distinto a la noche de ayer, que comenzó a ser de insomnio y premoniciones. El, en lo más alto del más alto mirador de palacio, en la noche de pascua era no más que una figura inmóvil, sombría, que a lo solitario contempla la ciudad a sus pies. Y una losa le pesaba sobre el cogollo del corazón. Bajo las techumbres de Jerusalén, y en calles y plazoletas, el pulso del populacho en la celebración: fiesta pascual. Pilato suspiró, y era que su espíritu buscaba el desfogue. En la tenebra y contra una leve claridad del firmamento destacábase el Carmelo: en su cresta adivinó. "En una de ellas ya habrá entregado su vida ese que la judería nombró rey de burlas. No merecía la cruz. Y yo, que colaboré en..."

"No tengas que ver con el justo, le había mandado a decir su mujer, porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de él". Y Pilato no hizo aprecio de la premonición, y el justo se había vaciado de sangre, y el que debería morir andaría allá abajo: ladrón, asesino y sedicioso, sería uno de los celebrantes. Pilato intenta justificarse: "Fue decisión del pueblo, manipulado por sus pontífices y sacerdotes. Salva a Barrabás, me dijeron: a Jesús, crucifícalo". Pero Pilato no logró dormir. Avispones tercos, sus pensamientos:

"Pueblo insensato este que me tocó gobernar, que así condena a sus justos y da libertad a sus delincuentes". ¿No será esa la causa de que tenga que ser gobernado (¡en la propia Jerusalén! por una fuerza extraña, lejana y contraria a sus intereses? Porque, ¿qué pueblo puede alentar pretensiones de soberanía cuando a sus justos los crucifica y a sus delincuentes los hace dignatarios? Pilato se duele: por huir de su...

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