El Valedor / ¡Hey, familia...!

Los gobernantes sinvergüenzas, mis valedores; esos funcionarios ladrones que, del primero al último, se valen del puesto, la impunidad y la dejadez de los gobernados, para saquear el erario y convertirlo en nido de ratas.

Y aquí, la excepción: hubo un país donde todos los funcionarios se dedicaban al saqueo, con una excepción (¡De no creerse!): el jefe de todos ellos. El no ponía el mal ejemplo, y muy al contrario, quería detener la rebatinga de sus subalternos, pero no sabía cómo. Y el problemón: ahora mismo requería, con urgencia, de un tesorero. ¿Se imaginan? ¿Ustedes qué harían..?

Pero entonces (lo cuenta Voltaire), que le llevan a presentar a un varón de virtudes, probo y sabio entre todos.

- Mi buen Zadig -le dijo-: tú que eres poeta y en el aire las compones, ¿podrías conseguirme un tesorero que no sea ladrón?

- Su majestad (no es que Zadig fuera lambiscón; es que el gobernante era, efectivamente, un rey): se me ocurre un plan infalible para encontrar al tesorero honesto.

- Sólo que lo importemos, o que nos lo mande el Espíritu Santo.

- Escuchad mi plan, majestad (se la acercó a la oreja, la boca): convocad a los aspirantes y entonces biz, biz, y luego biz biz, y ya veréis que todo arreglado. ¿Qué os parece mi plan?

- Bien mafufo, pero en fin...

Y sí: se convocó a los aspirantes al puesto de tesorero, que deberían acudir al salón real. "Ligeros de ropa". Extraño, ¿no?

Sesenta y cuatro se presentaron, los cuales fueron pasando de uno a uno a lo largo de un corredor en la penumbra. Bien.

Ahí están los 64, en el salón real. Y entonces:

...

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