El Valedor / La Guelaguetza...

"¡Yo soy Oaxaca!, en la presencia de sus siete regiones; en sus trajes de vértigos en colorido que roban al paisaje los tonos de su luz; en el perfil moreno de sus mujeres disímiles de carácter, a veces místicas, humildes, soñadoras y también alegres y agresivas en la belleza; fieles hasta la obsesión y sacrificadas hasta el coraje...

¡Yo soy Oaxaca!... Y hablo con la voz de mi fértil suelo, de mis agrestes montañas, de mis fecundos bosques y de mi tierra erosionada; con los cafetos y la copra señoreando el cielo con la brisa de un mar intensamente azul, que retrata entre sus aguas las alturas; también con los verdes plumeros de cañas abanicando en verde mi esperanza, y con el agrio dulzón de mis piñas derramando sus mieles en las bocas que rezan un rito de emoción. Así, con esos labios, voy a dialogar hacia mí misma".

Cálida prosa la de mi don Francisco Hernández Domínguez, cantor de su Oaxaca, la mágica Oaxaca de mi Nallieli mágica...

Y hablando del tema, mis valedores: hurgaba la noche de ayer en mi archivo personal (una caja de detergente) en procura de algún documento en el cual recargarme para hablar con ustedes de La Guelaguetza, festividad que celebran turistas y oaxaqueños (17 y 24 de este mes), cuando de súbito fui a toparme de manos a asombro, como con una bocanada de aliento fétido, con reminiscencias de aquel vetusto Revolucionario Ins. en sus tiempos de tenebra, de gloria, de desmesura; partido de Estado de la propaganda chabacana y la rampante corrupción. Ahí, aquella foto...

Es una foto en el matutino fechado (¡imagínense!) un día como hoy, 20 de julio, pero de hace 10 años. Todo fue que mis ojos toparon con la susodicha, y de inmediato la súbita erección (vellos del espinazo y zonas circunvecinas). Porque ahí, en rabioso color, se exhibía el rostro jocundo de la oaxaqueña. En su cuerpo, el típico huipil, el color, los collares. Espléndido.

Espléndido, sí, pero en la cabeza, mis valedores, en aquella altiva cabeza de istmeña de Tehuantepec; en su cabeza se advierte no el hermoso "resplandor" de la zandunga, no, sino la infamante aberración: una gorra beisbolera, con una leyenda más grotesca todavía: "Oaxaca con Diódoro Carrasco", pa su...

Todavía espeluznado me atrapó el pie de...

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