El Valedor / Dulce y sombría

Esta vez Guatemala, mis valedores, la bien amada dulce y sombría. Estuve ahí, con ella y en ella, y fue el nuestro un encuentro de hechizo y encantamiento que no he de olvidar; cómo, si a lustros de distancia se enciende mi espíritu con aquel prodigio de lumbre y luz, color y anubarramiento, y retumbos de tormenta. Guatemala.

Si ustedes mirasen la capital; si recorriesen Antigua, magia y cantera en derrumbe, venerable en su destrucción; si anduvieran por Retalhuleu, "la capital del mundo, 30 mil habitantes", donde me hubiese gustado nacer, de no haber sido zacatecano, suertudo que soy. Y las zonas arqueológicas, los tianguis variopintos, unos caminos sombrosos de guamuros y almendras por donde vienen y van, desde siglos, unos pies indígenas con prestancia de soberanos. Guatemala: unas cumbres y unos llanos y unos lagos en cuyas riberas "se oye cuando una garza cambia de pie..."

De su ausente Guatemala, y desde su exilio, escribe el memorioso Cardoza y Aragón: "Guatemala, cuando aspiro tu refajo de bosques, cuando hundo en tu huipil de pájaros mi cabeza de tormentas, me anega tu aliento de maíz y volcán, tu espina aguda de picaflor. Tu boca de niña, ni torturante ni torturada, a mano como el pan de cada día: para apreciar tu milagro doméstico muchos necesitarán que deje de salir el sol...

Mi mano sabe de memoria cada uno de los valles, de los ríos que la recorren en el mapa como enredaderas, de las barrancas, las cumbres, los mares de tu rostro. Te identificaron los dedos, como la imaginación sublima las nubes y los mapas de las goteras. Te recorro con el ansia de quien te vio, quién sabe cuándo. Te recorro, como enamorado ciego de nacimiento". Guatemala.

Mis valedores: ¿hice mal en ponderar, en la tertulia de anoche, esa maravilla que...

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