El valedor / Por Duarte no votaré

Esta vez me dirijo a un cierto Juanito escasamente conocido por su alias de Rafael Acosta, protagonista que fue hace algunos ayeres de la tragicomedia donde durante unos días se soñó jefe delegacional de Iztapalapa. Juanito:

A vivir alerta, político mexicano, que ya se columbra el 2018. No sé qué rey lo ampara, si es que alguno lo ampara. Lo que sí conozco es su propósito, que a su hora tanto lo pregonó, de llegar a Los Pinos. De alcanzar esa meta seguro estoy de que será usted un digno sucesor del inquilino actual de Los Pinos. Si consideramos la alzada de los anteriores, es usted un candidato que ni bordado a mano para cruzarse la tricolor, con la ventaja de que usted no se encuentra intoxicado con Prozac ni es un dipsómano matancero, ni lo impulsa la compulsión por los terrenitos rurales. Qué mejor para nosotros; qué mejor para México.

Tarde se engrana a la carrera presidencial. Si desde el momento en que un pícaro tabasqueño lo habilitó de botarga política hubiese usted persistido en sus pretensiones de llegar a Los Pinos, ni México ni usted estarían, tal vez, en la crítica condición en que ambos se encuentran, uno desempleado y en peligro de Trump el país. ¿Zafio usted, inculto, mediocre, que tendría la mirada del mundo clavada en sus torpes acciones de gobierno? ¿Y? Que no lo arredra el ridículo, eso ya lo mostró con la aventura de Iztapalapa. Sabrá apechugar si sus robos a la cuenta secreta trascienden fronteras. ¿Valores, principios, moralidad? ¿A Juanitos de la alzada de usted? ¡Qué presidente de México haría, Juanito! ¿O ellos sí y usted no? ¿Por qué usted no? Yo aun sobre ésos le advierto ciertas ventajas: por su novatez en el ejercicio politiquero todavía no lo pervierten las mañas de los profesionales. Con su triunfo, Juanito, el mundo se asombraría como ahora de...

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