El Valedor / Caín... y el otro

-Este lo dedico a los borrachitos de Navidad y Año Nuevo-

Los hermanos Andrade, mis valedores, reputados hermanos. Sergio, acusado de corrupción de menores, rapto y estupro, se encuentra a estas horas enchiquerado en alguna prisión brasileña. Eduardo, por contras, es senador de la República. Entrevistado en la t.v., el priísta se cabrea, se revuelve, trata de escabullirse:

- No, yo no iré a recibir a mi hermano al aeropuerto cuando lo extraditen. Sería una situación muy complicada para los dos.

Urgido para que dé más detalles, se sofoca el tricolor:

- Bueno, es un tema que no me gusta tratar.

- ¿No? ¿Por qué no?

- Bueno, pues porque cada quien tiene su vida y responde por sus actos. Me parece que debo mantenerme separado del asunto.

- ¿Mantienen comunicación?

- No, hace mucho que no hablo con él. Las circunstancias en los medios, de algún modo, han mezclado nuestras personalidades...

Sí, tú, mira, pues: tú tan bueno, tan malo él. Y esto me trae a la mente, mis valedores, las chuscas escenas de cierta comedia del cine italiano de hace muchos ayeres, que va más o menos así: érase que se era un cierto magistrado del gobierno de la ciudad, cincuentón encargado de la moralidad ciudadana. Celoso de su deber, siempre de negro hasta los pies vestido, andaba siempre bastón en ristre contra expresiones eróticas de toda clase, fuesen de cine, teatro, libros, fotografías, de table-dance, en fin. Un pro-vida, sí, versión spaguetti. Su nombre: dotore Honorato de la Fiorentina, o algo por el estilo.

Este dotore un sobrino tenía, galán de veintitantos abriles, que era el reverso de la medalla: si el moralista era sol, ésta era águila: para las transas, los naipes, las broncas; para las mujeres. De todas. Hasta solteras. Un ardoroso rejón en los morros del pudibundo era este sobrino, sobre todo porque sus desórdenes trascendían a la nota roja de todos los diarios. El moralista, rabioso:

- ¡Hasta la Tula estoy de que ése enlode mi nombre..!

Y de inmediato la aclaración en los diarios: "A los ciudadanos, sabed: el Honorato de la Fiorentina que acaba de provocar el intolerable escándalo en cierta casa non sancta de la ciudad no soy yo, sino un mi desdichado sobrino que, para mortificación mía, lleva mi mismo nombre y es negra oveja de una familia intachable. Conste".

Así una y otra vez. Y las escenas chuscas se suceden en la pantalla...

Pues sí, pero ocurrió que en una de tantas el magistrado se detuvo a pasarse una barra de crema en los labios...

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