El Valedor / Barro me llamo...

Yo, en tanto, les propongo, mis valedores: hablemos esta vez de poesía, y más propiamente de cierto poeta que murió por estos días, pero hace ya 58 años, a los 32 años de su edad, en plenitud de creación y "sin cerrar los ojos": Miguel Hernández, Silbo vulnerado.

Miguel Hernández. De repente se me viene a la mente -a la nostalgia- el poeta de Orihuela, España; su rostro, su porte de luchador civil muerto a golpes de sucesivas cárceles franquistas; su poesía, rayo que no cesa...

Miguel Hernández fue miliciano de la república, y por la causa republicana dio todo lo que tenía para dar, y un poco más: su vida, su poesía, todo. Dicen quienes trataron al hombre de la arrebatada voz y ejemplar destino que si en un varón pudiese ejemplificarse la vida con todo lo que tiene de impulso, pasión, y asombro, y exultante alegría, ese varón hubiese sido -es- el poeta de Orihuela. Debe serlo, que tales sentimientos se transminaron a toda su poesía:

Me llamo barro aunque Miguel me llame.- Barro es mi profesión y mi destino...

Porque el poeta miliciano vivió, cuentan los que lo conocieron de cerca, siempre risueño y siempre apasionado, con toda su cargazón de existencia a cuestas, hasta que se dio el encontronazo con esa raya que no había de pasar. Que ceceaba, dicen de él; que, cimbrado de vitalidad y creación poética, "andaba siempre yendo de un lado para otro, con ojos tristes de caballo perdido", pero alegre también, "con aquella cara de patata recién salida de la tierra", que diría otro que también fue miliciano, poeta no de mi gusto: Neruda.

Miguel Hernández: "calzando alpargatas no sólo por su pobreza, sino porque era su calzado natural desde chiquillo. Con una vida enorme que parecía capaz de salvarlo de su destino trágico". Opiniones de quienes convivieron con el poeta, en rueda de amigos...

- Sus ademanes (Tomás Navarro Tomás) son sobrios y contenidos, y su expresión enérgica, grave y concentrada. Hay una ardiente exaltación en el recogimiento de su gesto y en la fijeza e intensidad de su mirada.

Miguel Hernández. Un hijo le nació con Josefina Manresa, su mujer, hijo que se le iba a morir de inanición -¡de hambre, sí!- por...

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