El Valedor / ¡Albricias! ¡Muchos días de estos..!

Mañana estarán de fiesta, de mucha revolución. Felicidades. No Francisco I. Madero, no los Carranza, Obregón, Villa, Zapata y los suyos, que vivieron y murieron el estallido de la revolución mexicana hasta su culminación en la Carta Magna de 1917. Ellos no asistirán al rito de los uniformes y los entorchados, el himno nacional y las clarinadas, con las piezas oratorias que habrán de encomiar el movimiento armado que produjo más de un millón de cadáveres. Será esta vez Dn. Porfirio Díaz quien presida el rito conmemorativo, él que hace tres décadas llegó al poder bajo la bandera del Plan de Tuxtepec: "¡No reelección!" Ni por interpósita persona, como pudiera ser la que apodan "primera dama". Sí, Carmelita...

A Dn. Porfirio acompañará todo su "gabinetazo", comenzando con su ministro de Hacienda, brazo ejecutor de la política oficial que ha cedido al gobierno de Washington, en calidad de concesión, minería, ferrocarriles y todo el resto de los recursos naturales del país, aún en trámite la Comisión Federal de Electricidad. Por cuanto al petróleo, Dn. Porfirio tuvo a bien concesionarlo al gringo E. Doheny (que de inmediato fundó la Mexican Petroleum Co. y acaparó 181,305 hectáreas de tierra mexicana) y firmar con Washington un tratado de libre comercio con el cual los Estados Unidos adquirieron el derecho de exportar libremente a nuestro país hierro y acero, maquinaria y productos manufacturados. Concedió también una tarifa liberal para el comercio de E.U. Lo afirmaba su ministro de Hacienda:

- No exageren los inconvenientes de una situación económica que nos hace tributarios del extranjero (...) No debemos desaprovechar los recursos que vengan del Norte para poner en explotación los innumerables recursos que contiene nuestro suelo (...) Se enriquecerá la población. (La de campesinos, sí; la de los peones acasillados...)

Entre un toque de clarín y una oda (no odas, acciones) que exalte el movimiento revolucionario, el ministro de Gobernación informará a don Porfirio del éxito logrado hasta hoy en torno a la encomienda presidencial: con todo el peso y la contundencia de una industria de condicionamiento de masas débiles (de espíritu) desbarrancar, linchar, aplastar, desgarrar, masacrar y extinguir las cenizas del más peligroso aspirante a suceder a Dn. Porfirio, cuya orden, contundente, abarcó a aliados, allegados, partidarios y patrocinadores del aspirante:

- ¡No me alboroten la caballada! ¡Mátalos en caliente!

En caliente, como había masacrado...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR