Valdamientos / Vivir y jugar

Me gustan las historias simples que salen de la conciencia barrial de los futbolistas. "Pipo" Rossi, un medio centro clásico del futbol argentino de los años 50, fue protagonista de muchas anécdotas por su personalidad excesiva. Su capacidad de mando, su físico imponente y su voz de ultratumba lo convertían en líder indiscutible. Uno de esos personajes divertidos y con los reflejos afilados en la calle, pero que, dentro de la cancha, no admitía bromas. Antes de un partido un rival pasó a su lado y se quiso hacer el vivo: "hola, gritón de América", le dijo. "Pipo", que no se hacía el vivo porque lo era, lo arrebató de inmediato: "hola, la concha de tu madre". Por aquellos tiempos el uruguayo Obdulio Varela, alias "Vinacho" por su afición al vino tinto, también daba lecciones de personalidad en cualquier cancha del mundo. Cuando Uruguay le ganó la famosa Final del 50 a Brasil, el Maracaná se quedó mudo. Cuentan que en medio de ese silencio de 200 mil personas sólo se oía la voz de Obdulio. En cierta ocasión en que le preguntaron si no se había sentido intimidado rodeado de tantos brasileños en el imponente Maracaná, contestó que no, "cómo me iba a asustar si había policías", dijo, "lo difícil era jugar en mi barrio, en donde en cualquier momento asomaba una navaja".

Traigo el recuerdo de estos personajes que ya pertenecen a la joven mitología del futbol, para marcar un contraste con el jugador actual, más académico y menos visceral, más profesional y menos pasional, pero sobre todo, más universal y menos local. Eso no significa que no tengan personalidad, porque sólo se puede desafiar a un público siendo muy irresponsable o muy valiente, en todo caso muy algo. Sabemos que las fuerzas psicológicas no gana los partidos, pero los influyen. Fernando Signorini, preparador físico particular de Maradona durante muchos años, tiraba neuronas sobre su tejado cuando decía que, "un centímetro cuadrado de cerebro es más importante que 100 kilómetros de músculos". Aunque el futbol admita más dudas que certezas, yo simpatizo con esa idea. No hace mucho tiempo Jorge Bernando Griffa, el entrenador de divisiones inferiores que más jugadores formó y vendió en la historia del futbol argentino (Batistuta, Balbo o yo mismo, por dar sólo tres ejemplos), me dijo que "la displicencia es lo único que no se cura". Yo voy más lejos: creo que, metido en competencia, un tipo con agallas deja sin efecto a la ciencia. Un cobarde también.

El éxito está en la cabeza antes que...

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