Valdamientos / No me importa lo que digan

Soy de Racing por parte de padre, por lo tanto, soy de Racing de toda la vida. Ahora estoy a punto de ser de nada porque Racing, dicen, puede desaparecer. No se extrañen si un día de estos ven un anuncio en METRO donde me ofrezca más o menos así: "hincha deprimido busca equipo grande al que animar". Como estamos acostumbrados a sufrir, me adaptaría mejor a un equipo habituado a las desgracias. De hecho, hace unos días vi unas fotos tristísimas de una manifestación proRacing, y me sentí más identificado que nunca.

La última vez que pasé por Buenos Aires fui a ver Racing contra Independiente, el clásico de Avellaneda. Del partido me quedaron pocas cosas, pero de la lealtad y la pasión de la gente lo recuerdo todo. De entrada los hinchas de Independiente aludieron a los treinta años que lleva Racing sin salir campeón, como si le contaran a un boxeador que estuviera tirado sobre la lona: "uno, dos, tres...", y así hasta treinta. El pueblo de Racing aguantó la cuenta hasta el final y respondió cantando: "No me importa lo que digan, lo que digan los demás, yo te sigo a todas partes, cada vez te quiero más...". El canto empezó detrás del arco donde habitan las barras bravas, pero se propagó por las tribunas encendiendo al estadio entero: a jóvenes y viejos, a hombres y mujeres, a pobres y ricos, todos unidos por un mismo orgullo. Si uno le hacía caso a sus caras, daba la impresión de que ese amor a Racing era lo único serio que había en sus vidas. Luego los reencontré en aquellas fotos, envueltos en banderas, tristes, desganados, vencidos sin jugar, chicos a los que el país les fue quitando la esperanza del futuro y sólo les queda Racing. Se estaban apiadando de ellos mismos porque, si Racing desaparece, ya no les va a quedar nada.

Estoy de acuerdo con Juan Villoro, y no sólo por admiración, cuando escribe que "el futbol le debe mucho a la imaginación". El del futbol es un territorio de símbolos, ritos y mitos que sólo funciona cuando nos creemos el cuento, entonces nos hacemos cargo de la historia aunque nos cuenten hasta treinta, y nos inventamos un futuro lleno de ilusiones que nos compense el sufrimiento. Ya nos advirtió Roberto Arlt que "el hincha es, generalmente, un sujeto de cara encendida, mejillas como inflamadas por el sol, bocaza perrera o mastinesca, pelo crecido, ojos canallas y léxico braboso. Es decir carne de cañón". ¿Qué le vamos a hacer? Lo cierto es que la pasión por una camiseta no se cura con el tiempo. Hay equipos con...

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