Vacunov el huerfanito

AutorAntonio Lazcano Araujo

Miembro de El Colegio Nacional Facultad de Ciencias, UNAM

"El Rey Luis XV debería sentirse avergonzado de haber muerto víctima de la viruela en pleno siglo XVIII" escribió en 1774 Catalina la Grande. Le asistía la razón, porque para entonces muchas vidas se habían salvado gracias a la inmunización con las costras del salpullido de la viruela. El procedimiento, que se había popularizado en el Reino Unido, fue elogiado por Voltaire en las Cartas Inglesas y en su correspondencia con Catalina. Ello llevó a la Emperatriz a invitar al Dr. Thomas Dimsdale a viajar a San Petersburgo, a donde llegó en 1768 acompañado de su hijo. Gracias a los buenos oficios de la embajada británica, localizaron a Alexander Danielovich Markov, un niño ruso que había sobrevivido a un ataque leve de viruela, y con las costras de sus ampollas ya secas el 12 de octubre de 1768 Dimsdale preparó un polvo que untó en unas pequeñas incisiones que hizo en el brazo a la Emperatriz, a la que recomendó retirarse unos días al campo. El método, que hoy conocemos como variolación, tenía sus riesgos, pero Catalina la Grande salió avante. Cuando regresó a San Petersburgo tenía algunas costras secas, que Dimsdale pulverizó para inocular a Paul, el heredero de la Corona. El polvo restante fue repartido en 140 cajitas enjoyadas que se distribuyeron entre los aristócratas cercanos de la Emperatriz, para que pudieran gozar del privilegio de ser inmunizados con costras imperiales.

Como ha escrito la historiadora Vera Proskurina, Catalina se las ingenió para transformar su inmunización en un evento político de proporciones mesiánicas. Recompensó con enorme generosidad a Dimsdale y a Markov, al que concedió un título nobiliario convirtiéndolo en el Alexander Danilovich Markov-Ospennyi, que puede traducirse como el Barón Markov de la Viruela. Hizo acuñar medallas de plata conmemorando su inmunización, asistió con rostro solemne a oficios religiosos convocados en su honor, patrocinó el estreno de una "oda coreográfica", que en realidad era un ballet en donde era representada como una Minerva triunfante que aplastaba al monstruo de la viruela, y escuchó complacida a los poetas que la exaltaban como la salvadora de la Madre Rusia. Acompañada de sus ministros, Catalina la Grande asistió primero a la botadura de un galeón y luego a una sesión en donde los miembros del Senado, siempre obsequiosos, proclamaron para la posteridad un día de fiesta celebrando el triunfo de su Majestad Imperial sobre la...

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