Une pasión y conocimiento

AutorIsrael Rivera

Muy pocos pueden presumir de ser triunfadores, pero si alguien tiene el derecho de hacerlo es Samuel Karchmer Krivitzky, quien es quizá el ginecólogo mexicano más reconocido en el mundo.

A lo largo de más de 50 años de ejercicio profesional y docente, Karchmer Krivitzky ha ocupado los puestos más importantes de la ginecología en México y se ha encargado de formar a cientos de médicos especialistas en la materia.

"Es más", afirma con orgullo, "no hay estado de la República Mexicana ni país en América Latina en el que yo no tenga un alumno".

Nació el 15 de julio de 1933 en Lituania, pero su familia emigró a México cuando tenía 4 años, luego del ascenso de Adolfo Hitler al poder en Alemania; en San Luis Potosí estudió hasta el quinto año de primaria y en la Ciudad de México continuó con el resto de su educación.

Su pasión por la medicina surgió de manera espontánea, sin influencia de nadie, pues ni sus padres ni sus hermanos fueron médicos.

"Fue algo que nació en mí desde niño, recuerdo que mi mamá me decía que yo jugaba con botellas y decía que eran medicina, y que siempre jugaba a darles esas medicinas a mis pacientes", comparte.

Así que cuando tuvo que decidir la profesión que lo acompañaría por el resto de su vida, estaba muy claro: quería ser médico y especializarse en cirugía pediátrica.

Sin embargo, mientras realizaba su primera rotación en el Hospital Infantil de México, como parte de un programa de la UNAM que consistía en pequeños grupos de estudio conocidos como "grupos piloto", una experiencia lo hizo cambiar de parecer respecto a la especialidad.

"Me mandaron al área de tumores, ahí me tocó ver a un niño con un tumor en el riñón enorme, y al ver su cara, la cual aún no se me olvida, me di cuenta de que no podía ser cirujano de niños", recuerda.

Fue por eso que eligió ginecología y obstetricia como su forma de vida, una especialidad también quirúrgica e íntimamente relacionada con la pediatría.

Trago amargo

Tras concluir el pregrado en la Facultad de Medicina de la UNAM, el especialista decidió viajar a Estados Unidos para realizar estudios de posgrado, así que inició los trámites pertinentes para ingresar al Chicago Lying-in Hospital de la Universidad de Chicago.

Ya tenía la carta de aceptación, incluso el hospital ya le había enviado el uniforme, pero al ir por su visa uno de los cónsules de la Embajada le dijo que él no tenía derecho a pisar suelo estadounidense porque era un comunista.

Su pecado fue haber firmado un manifiesto...

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