Turista Exigente/ Bordeando lo ecológico

AutorJosé Antonio Franco

Llama la atención la alegría con la que el sector del turismo utiliza la ecología como señuelo. Casi todo es eco... algo: ecohotel, ecotaxi, ecoturismo, recorrido ecológico, destino cuidadoso con la ecología.

Y no digamos nada de lo sustentable, lo verde, lo natural... como decía la vieja canción italiana: "parole, parole, parole...".

Cuando, por avatares de la vida del turista, cae en uno de estos destinos ecológicos se queda absolutamente asombrado: las fachadas son rústicas, más o menos en productos naturales, aunque no falten los techos de zinc o cartón ondulado; la decoración "etno" y los carteles de organizaciones no gubernamentales cubren las paredes, y los anfitriones tienen un aire entre exiliado del mayo del 68 (del siglo pasado) y sobrino de Robinson Crusoe (justo el que heredó la ropa del tío).

No falta el discurso sobre el elevado respeto por la naturaleza que inspira todo lo que el sensibilizado turista va a disfrutar, adicionado con notas de orientalismo, espiritualidad de dos centavos y un aire didáctico destinado a transmitir al pobre cliente que aquí sí que sabemos cómo debe disfrutarse de la naturaleza.

El sueño de muchos hombres y mujeres de ciudad que vieron la oportunidad de instalarse en zonas de altísimo valor ecológico, lejos del mundo y sus tensiones y poder vivir del turismo, se materializa en un sinnúmero de hotelitos, cabañas, campamentos y lodges dispersos por islas, selvas, playas y montañas de todo el mundo.

Pioneros de diversos destinos turísticos ahora atractivos, estos improvisados empresarios huidos de la civilización se llegan a considerar propietarios únicos del espacio natural, verdaderos expertos en el manejo del turismo ecológico y santones de una nueva religión plagada de mitos y leyendas.

Eso lo descubre el viajero a las primeras de cambio. A la austeridad espartana de las habitaciones se suelen unir las colchonetas viejas, los baños de agua marronácea y los inodoros sin tapa. Una vergonzosa papelera recoge los restos usados para evitar la contaminación, aunque los desagües se vierten generalmente sin ningún tratamiento a una fosa simple o a la quebrada mas próxima.

Si sobrevive a la dureza de la cama, a los murciélagos y otros animales que penetran por las aberturas de las improvisadas habitaciones, y a la picadura de los zancudos, seguro que no logra que sus tripas se repongan de la comida descuidada, simple y servida en vajillas desconchadas y desiguales: ¡es lo natural!

Sin embargo, la belleza...

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