Argonáutica/ El túnel del tiempo

AutorJordi Soler

Lucien Freud, el pintor vivo más célebre del imperio inglés, dice esto de lo que puede verse en sus cuadros: son "algunos resultados de mi concentración". Lucien Freud es nieto de Sigmund. Hace unos meses se inauguró en Londres una exposición retrospectiva de su obra, algo así como la suma de toda una vida de concentrarse al máximo, con extraordinarios resultados. Lucien está tan concentrado en su quehacer que no asistió a la inauguración de su retrospectiva, mandó una carta donde explicaba que a sus ochenta años de vida apenas le queda tiempo para pintar todo lo que le falta y que no quisiera desperdiciarlo en cocteles. Lo último que se sabe es que pinta a su nueva musa, una gorda elefántica de nombre Big Sue.

La exposición de Freud cumplió su plazo en Londres y ahora está colgada en Barcelona. Después la obra seguirá viajando por el mundo. En un golpe de (muchísima) suerte podríamos verla colgada en México; sería un privilegio caminar junto a las telas de este pintor estremecedor y detenerse, por ejemplo, ante esos desnudos excepcionales, magistrales, brutales, ejecutados en tamaño natural, con trazos gordos y sucios. "No creo que haya ningún tipo de sentimiento que tenga que dejarse al margen", dice él mismo de sus cuadros, del producto de sus concentraciones.

Quizá los cuadros de Freud producen tanto asombro porque nos enseñan lo que también somos: carne expuesta a la gravedad y al tiempo, vital y sucia, poderosa y desprotegida, a merced del mundo que la rodea. Mirando con atención esos desnudos puede viajarse en el tiempo, miles y miles de años, hasta llegar a esa zona primitiva, donde había que...

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