DESDE TUMBOLIA / No quiero ir al espacio

AutorMiguel Angel Da Vila

Recientemente, un amigo queridísimo fue a Houston y, desde luego, visitó con su familia el museo del espacio de la NASA. Su niño pequeño al ver los cohetes lloró porque le daba miedo hacer un viaje espacial. Mucho les costó a los papás convencerlo de que no levantarían los pies de la Tierra.

La anécdota me parece una de las más deliciosas y encantadoras que he escuchado, mi amigo dice bien: "Para un niño actual es una realidad plausible, inmediata, mientras que para nosotros sería inconcebible. Para los adultos contemporáneos, los teléfonos que cargamos en la bolsa, las tablets y muchas cosas más, hasta hace poco eran objetos de la ciencia ficción; para un niño es su cotidiano, donde todo es posible", es un gran apunte.

Hace 15 años ensamblé un ciclo de conferencias sobre la computación que verían nuestros hijos, con expositores expertos de Sun Microsystems y de Future Kids, en las conferencias se buscaba inducir en los padres la conciencia sobre el mundo al que sus hijos comenzaban a tener acceso y lo que vendría. Sí, había ideas que parecían ciencia ficción en ese entonces, donde la cultura informática aún no prendía y los celulares estaban muy lejos de los teléfonos inteligentes. Tratábamos de abrir los ojos de los padres a los retos educativos y de comunicación que enfrentarían, así como los retos sociales que sus hijos tendrían.

Hace casi 30 años impartí conferencias para los concesionarios de una marca automotriz sobre la implantación de sistemas informáticos y la predicción de resultados tanto de ventas como el comportamiento de los grupos de autofinanciamiento. Las corridas las hacíamos en máquinas del tamaño de varios refrigeradores, alimentadas con tarjetas perforadas y por primera vez vi una IBM 36 con pantalla de cinescopio. Eso sí, en la cartera del saco traía junto a la regla de cálculo una Casio programable con BASIC, todo un avance.

El problema de esas conferencias es que sus planteamientos no cabían en la cabeza de los participantes, algunos me atacaban abiertamente. Mi jefe me dijo una frase clave: "Esta gente pasa de los 50 años, la resistencia al cambio en ellos es mayúscula". Y de resistencia al cambio quiero escribir y expresar un mea culpa.

En estas páginas critiqué abiertamente las tablets, el enfoque de su software y la tendencia al entretenimiento sobre la productividad. Pues habiendo pasado mi propio medio siglo, doy muestras de resistencia al cambio, me estoy oxidando. Cuando, obligado por el mercado, pasé de la...

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