Trujillo no ha muerto

AutorGraciela Azcárate

La rata nacional

de pie sobre su ratonera

la rata del bicornio

la rata tartamuda

la rata epiléptica

la rata ciega.

¿Qué podemos hacer con tantas ratas de minucioso tránsito/ por los pasillos del Palacio?

Ratas condecoradas

que discursean en Washington

con patetismo lagrimeante

en pos de codiciadas cuotas azucareras

que luego convertirán en deliciosos quesos de gruyere

en cuyo interior vivirán saciadas y felices

redactando discursos y proclamas

que serán nuestra Paz.

(...) (Ratas...

Ellas huelen la sangre que va ser derramada

y se aprestan.

Oye el ejército de patas minuciosas que infectan la ciudad

mientras las puertas ceden

y la mesa es cambiada de lugar

y todas las doncellas abren las piernas

dulcemente confiadas al empuje).

De Manuel Rueda. El gran desfile de "Memorias de Makandal".

Edición del Banco Central de República Dominicana. 1998.

La noche del 26 de abril del 2000, al sentarme frente al televisor para ver la puesta en circulación de La fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa, dos intelectuales dominicanos acudieron a mi memoria.

Recordé algunas estrofas de El gran desfile, poema que forma parte de Memorias de Makandal de Manuel Rueda y que preceden esta nota y a Marcio Veloz Maggiolo, sentado frente a su computadora, en la dirección del suplemento cultural Isla Abierta, reflexionando sobre las elecciones de 1996, que como las de ahora, enfrentan a los dominicanos a los resquicios más oscuros de la memoria colectiva.

Dijo: Nací en 1936. Mi generación fue envilecida por Trujillo y después por Balaguer. Somos una generación quebrada.

Mansos y cimarrones, torturados y torturadores confraternizaron en una velada surreal en el Hotel Jaragua de la ciudad de Santo Domingo. Antiguos adeptos al régimen aplaudiendo con descaro, una feria de vanidades, una explosión mercadológica que justifica cualquier medio para vender libros y producir ganancias millonarias, aun a costa del dolor y el escarnio de muchas familias dominicanas.

En ese mar de oportunismo, adulación, diatriba, envidia, declaraciones, protestas, discursos y denuncias, las palabras de María Ugarte España se convierten en el bastión moral de una media isla envilecida por sus propios hijos.

Las opiniones cubren un amplio espectro, desde el análisis literario, gramatical, enumeración de faltas a la verdad histórica, acusaciones de plagio, golpes en el pecho, y denuncias de calumnia y difamación.

Santo Domingo se ha convertido en esta última semana en un volcán donde traiciones, oscuras pasiones y mezquinos sentimientos hablan más bien de una sociedad doblemente herida, por la verdad y el ocultamiento y una insuperable incapacidad para poder verse a sí mismos, sin distorsiones ni sobornos.

Con sus luces y sombras. Sin visiones unidimensionales del héroe y la víctima. Sociedad que parece un simulacro, donde lo más importante en periodismo y como en la época del dictador son las páginas de sociales. Dos revistas, En Sociedad y Ritmo Social, encarnan 40 años después, los anhelos del sátrapa, y como las calaveras de José Guadalupe Posadas, muestran "damas panamericanas", pasadas de kilos y estulticia, sorbiendo té y portando sombreros decimonónicos en el umbral del Siglo 21 a beneficio de quién sabe qué sociedad de caridad. Como si se tratara de un té con "la prestante dama".

Como en el tango, 40 años no son nada. Trujillo no ha muerto. Santo Domingo es un escenario donde marionetas empenachadas de plumas y prendido el pecho de insignias de hojalata danzan un baile...

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