Un trozo del paraíso

AutorCirze Tinajero

FOTOS: CIRZE TINAJERO

ENVIADA

CAYO SANTA MARÍA, Cuba.- Un mar de intenso turquesa que contrasta con una blanquísima arena, el calor de la costa y una suave brisa, irremediablemente le recordarán al viajero que está lejos de casa y que pronto llegará a Cayo Santa María, un paradisíaco islote de 13 kilómetros de largo y dos de ancho situado al norte de Cuba.

Cuentan que, nada más con pisarlo, cualquier preocupación se disipa. No habrá más que dejarse consentir por los servicios que brinda el personal de alguno de sus resorts.

Pero para llegar hasta ahí hay que vivir toda una experiencia.

Tras un vuelo directo desde la Ciudad de México, arribamos al Aeropuerto Internacional Abel Santamaría, en la ciudad de Santa Clara. En esa terminal aérea se sigue percibiendo un ánimo de fiesta, y es que apenas el 31 de agosto se vivió un hecho histórico: luego de 55 años, aterrizó el primer vuelo comercial procedente de Estados Unidos.

Mientras esperamos el equipaje, Roberto González, un cubano que reside en México y ha venido a ver a su familia, nos hace la plática. Asegura que la situación en su país está cambiando, que cada vez es más fácil el acceso a Internet para la población en general, no como hace unos años, cuando sólo los turistas lograban conectarse en ciertos hoteles.

Sin recelo comenta que el reciente desbloqueo por parte de Estados Unidos traerá nuevas oportunidades, pero está seguro que la esencia cubana se mantendrá.

"Raúl (Castro) ha sido mucho más abierto. Poco a poco ha entendido que no podemos aislarnos del mundo. Como cubanos, esperamos que lleguen nuevas empresas estadounidenses para que nos den trabajo.

"Aunque muchos hacen la broma de que nos convertiremos en Miami en cuanto llegue un Starbucks, sé que el sabor latino se impondrá. Como Cuba no hay dos", comenta Roberto.

También nos adelanta que desde este aeropuerto hasta el Cayo Santa María nos espera un viaje en auto de aproximadamente dos horas. Aunque no nos advierte de los fantásticos paisajes que aparecerán en el camino.

Hay que cruzar el Pedraplén Caibarién-Cayo Santa María, un puente de 48 kilómetros de largo, flanqueado por las aguas del Atlántico.

Cuando el mar está tranquilo, el agua cristalina que bordea la ruta refleja las nubes y en el horizonte el mar parece fundirse con la bóveda celeste. De pronto se tiene la sensación de que se está navegando. En esa zona es posible avistar avistar flamencos, pelícanos, grullas y patos.

Sin duda, llegar a Cayo Santa María emociona.

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