El triunfo de lo feo

AutorUmberto Eco

Para Carl Gustav Jung (en su ensayo sobre el Ulises de Joyce, de 1932), lo feo de hoy es signo de grandes transformaciones futuras. Esto significa que lo que mañana será apreciado como gran arte podría parecer hoy desagradable, y que el gusto va por detrás de la aparición de lo nuevo. Esta idea es válida para cualquier época, pero parece especialmente adecuada para caracterizar las obras realizadas por los movimientos de la llamada vanguardia "histórica" de los primeros decenios del siglo 20. Los autores se las ingeniaban para "sorprender al burgués", pero el público corriente (y no sólo el burgués), además de sorprenderse, se escandalizaba. Si es válida la diferencia propuesta en la introducción a este libro entre fealdad en sí, fealdad formal y fealdad artística, podemos decir que los artistas de la vanguardia a veces representaban la fealdad en sí y la fealdad formal, a veces simplemente deformaban sus propias imágenes, pero el público veía sus obras como ejemplos de fealdad artística. No las consideraba bellas representaciones de cosas feas sino feas representaciones de la realidad. En otras palabras, el burgués se escandalizaba frente a un rostro femenino de Picasso no porque la considerase una fiel imitación de una mujer fea (ni Picasso quería que fuese así) sino porque lo consideraba una fea representación de una mujer. Hitler, que era un mediocre pintor, condenó el arte contemporáneo calificándolo de "degenerado", y unos decenios más tarde Nikita Kruschev, acostumbrado a las obras del realismo soviético, dijo que los cuadros vanguardistas parecían pintados con la cola de un asno. Las vanguardias históricas se remontaban a los ideales de desorden de los sentidos propugnados ya por Rimbaud o por Lautréamont. Se pronunciaban concretamente contra el arte naturalista y "consolador" de su época (al que tachaban de pompier y kitsch).

Al principio, los Manifiestos futuristas elogiaban la velocidad, los coches de carreras más bellos que la Victoria de Samotracia, la guerra, la bofetada y el puñetazo, luchaban contra el "claro de luna", los museos y las bibliotecas, nos proponían realizar "valientemente lo feo", Palazzeschi defendía la educación de las jóvenes generaciones en lo desagradable, y en 1913 Boccioni ponía el título de "Antigracioso" tanto a una escultura como a un cuadro.

Hasta qué punto era insostenible esta batalla de lo feo lo demuestra el hecho de que, a continuación, muchos autores futuristas (como por ejemplo Carrá)...

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