Las tres caras de la ciencia

AutorJJosé Antonio de la Peña

La ciencia goza hoy día una popularidad sin precedente. Basta que observemos unos minutos los comerciales de la televisión para convencernos: se ha demostrado científicamente que tal detergente deja la ropa más blanca; está científicamente comprobado que usted será sexualmente más atractivo si utiliza tal desodorante. Basta que vayamos al cine: casi cualquier fantasía, por absurda que parezca, desde Contacto y Parque Jurásico hasta los X-Men, intentará justificarse por explicaciones científicas. Vaya, hasta los libros de divulgación científica pueden tener grandes éxitos de ventas. Basta recordar que la Historia del Tiempo de Stephen Hawking se ha mantenido durante más tiempo (cuatro años) entre los best-seller británicos que ningún otro libro y ha vendido más de 5 millones de ejemplares. Algo que envidiaría el mismo Stephen King.

Prácticamente todo mundo reconoce el poder de la ciencia y su profundo impacto en el mundo. Se reconoce como grandes logros de la ciencia los avances tecnológicos que caracterizan la vida moderna, desde nuestros aparatos eléctricos y vehículos, hasta las computadoras y los vuelos espaciales. La tecnología moderna está con nosotros mientras comemos, viajamos, dormimos o soñamos. Las personas con cierta educación reconocen también los impresionantes avances de la ciencia en la comprensión del mundo que nos rodea, desde la formación de las estrellas y la composición de la materia, hasta las claves de la vida y el funcionamiento de la mente humana. Estos descubrimientos y avances configuran más que ninguna otra cosa la mentalidad del hombre moderno.

Todos estos indicadores nos hablan del respeto del público por la ciencia. Muy alentador. Pero, ¿todos ven así la ciencia? Comencemos de nuevo.

La ciencia padece hoy día una impopularidad sin precedentes. Se escuchan frecuentemente voces que hablan de los grandes trastornos que la ciencia ha traído al mundo, desde las bombas atómicas, hasta la contaminación y el ritmo acelerado de vida. Se dice que el conocimiento científico es mal utilizado y que los científicos son irresponsables y peligrosos. Las ideas seudocientíficas y las supercherías son cada día más populares, como lo muestran desde las hot-lines de astrología hasta los best-sellers del tipo Caballo de Troya. Para documentar nuestro pesimismo: en la Ciudad de México, el 77% de las personas cree en la astrología y el 38% en las brujas.

Más grave aún, se dice que la ciencia no ha logrado ninguna de sus metas, ni...

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