La travesía prometida

AutorAnaline Cedillo

Enviada

ISRAEL. Idealista e inolvidable. Así es una charla con Uri Jeremias, el chef israelí cuya cocina del mar es un motivo en sí mismo para visitar Israel.

Hacia el final de un viaje de siete días por este mítico país, lo encontramos en Acre casi al atardecer, afuera de su restaurante Uri Buri.

Decidió abrirlo hace más de 20 años en esta ciudad costera con más de 4 mil años de historia, donde judíos, musulmanes, cristianos y hasta seguidores del bahaísmo han logrado coexistir.

La hora dorada acentúa su larga barba blanca y sus ojos azules puestos en el Mediterráneo. Sus ideas redondean las experiencias vividas en este destino de contrastes, la tierra prometida que no se libra del escrutinio público. La que despierta tantas pasiones.

"El ingrediente más importante en la coexistencia es el respeto. Si las personas se respetan, pueden vivir juntas", afirma Uri.

La ciudad vieja de Acre -con sus fascinantes callejones, mezquitas y puerto pesquero- concentra una de las comunidades árabes más grandes de Israel y es, desde 2001, parte del Patrimonio Mundial.

"El segundo ingrediente es comunicarse, no formarse una especie de demonio del otro o de otro grupo, y tener miedo. Lo tercero es que todas las personas tienen que unirse en contra de los radicales", añade al reflexionar sobre el conflicto israelí-palestino.

Así, nada como viajar para librarse de prejuicios. O, al menos, intentarlo.

Decidimos hacerlo en auto. Por su dimensión, Israel resulta ideal para hacer viajes por carretera: la vía 90 cruza el país de norte a sur (de Metula a Eilat) en cinco horas y media. De Tel Aviv a Jerusalén, el trayecto es apenas de una hora.

EN LA DESEADA JERUSALÉN

Pocos sitios en el mundo atraen con la misma fuerza a personas de distintas nacionalidades y creencias como Jerusalén.

Aquí, la historia y la religión se experimentan tan intensamente que algunos viajeros han sido afectados por el "síndrome de Jerusalén", un trastorno que provoca sentirse como profeta o mesías.

"¿Estamos todos bien aquí, pisando tierra?", pregunta en broma David Hefets, guía de turistas judío, mientras caminamos sobre las antiguas murallas que rodean la Ciudad Vieja, muy cerca de la Torre de David.

Aunque nadie se ha puesto a orar -aún-, es fácil sentirse transportado al pasado: imaginar a Jesús predicando bajo los olivos milenarios de la Basílica de Getsemaní o a su paso con la cruz por la Vía Dolorosa.

Jerusalén permite también probar platos inspirados en ingredientes bíblicos como trigo, cebada, uvas y olivas (la cocina de chef Moshe Basson, en The Eucalyptus es clave); perderse en bulliciosos mercados y sofisticados museos y, claro, tratar de entender de primera mano los conflictos entre israelíes y palestinos.

En los últimos meses, las tensiones se han avivado tras la decisión de Estados Unidos de trasladar su embajada de Tel Aviv a esta ciudad -y respaldar el reclamo de Jerusalén como capital de Israel-, mientras que los...

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