Tras el festejo, ¿la resaca?

AutorHéctor Zagal

Disfrutamos las fiestas del 2010: fuegos artificiales, desfiles y, sobre todo, "puentes". Nos hastiamos de tequila y chiles en nogada. Escuchamos el Huapango de Moncayo y los Sones de Blas Galindo. Adornamos nuestras ventanas con la bandera que nos regaló el Presidente Felipe Calderón y nos divertimos el 15 de septiembre. ¿Evasión? Sí, pero no me parece mal. La realidad nacional es nauseabunda: desempleo, inseguridad, pobreza, contaminación. De vez en vez es saludable sustraerse a la miseria cotidiana. Sin embargo, ya que se ha disipado el humo de la pirotecnia, se impone la pregunta, ¿qué nos dejó la conmemoración del 2010?

La respuesta debe matizarse. Hubo muchas conmemoraciones: la federal, las estatales y las municipales. Éstas últimas pasaron inadvertidas para quienes vivimos en el centro. No obstante, a pesar de que son menos vistosas, resultan más cercanas y entrañables. Con razón Gómez Morín afirmaba que el municipio "todavía es familia, pero ya es la patria". Por ello, el "grito" en Ciudad Juárez fue desconsolador. Dada la inseguridad, simplemente no hubo ceremonia pública.

En los estados, la conmoración más llamativa fue la de Guanajuato con un intenso programa de rescate de recintos históricos y la Expo Bicentenario, muy cuestionada por algunos. Coahuila apostó por infraestructura cultural y recreativa. Simpatizo con la idea de la restauración ecológica de la Sierra de Zapalinamé y con la construcción de museos, bibliotecas y teatros en Piedras Negras. Esto último me parece importante, pues pretende dar un nuevo rostro a la frontera norte. Como ya he escrito en otras ocasiones, difundir los bienes de la cultura es una estrategia indispensable contra el narcotráfico. También me llamó la atención Morelos, cuya comisión organizó una serie de charlas a lo largo de todo el año y promovió publicaciones diversas. No se trató de gastar mucho, pero sí de impactar en el pensamiento.

¿La derrota cultural del PAN?

La pulverización de las acciones estatales y municipales revela el vacío de una matriz federal. No es justo, ciertamente, recriminar al Gobierno federal el carácter fugaz de las verbenas. Las fiestas son, por definición, efímeras. En cambio, sí le reprocho la ausencia de un planteamiento crítico. El Gobierno del Presidente Calderón no aprovechó el 2010 para repensar el País y renovar el discurso político.

Al parecer, el panismo (del que soy cercano, lo confieso) sigue sin enterarse de que las batallas culturales son cruciales...

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