El Transiberiano: Vivir para contarlo

AutorDiego Gómez-Pickering e Ilan Kava

REFORMA/ Enviados

MOSCÚ, Federación Rusa.- La odisea del Transiberiano comienza en Moscú. A pesar de que el trayecto original une a la capital rusa con la ciudad de Vladivostok, la ruta más amable y de menor dificultad para el turista es la denominada Ruta Transmongólica. Esta atraviesa Siberia y los Montes Urales para después adentrarse en Mongolia, recorrer el Desierto del Gobi y llegar finalmente a Beijing.

Arribar al aeropuerto de Sheremetevo en Moscú puede resultar en un verdadero shock: anuncios comerciales escritos en alfabeto cirílico, férreos oficiales de migración y aduanas con rostros duros, filas de taxistas ofreciendo sus servicios en más de una decena de idiomas y una colección de multifamiliares al más puro estilo estalinista adornando la autopista que separa al aeropuerto del centro de la ciudad.

En el centro basta con cruzar cualquier calle para toparse con el Kremlin, lugar desde donde el Soviet Supremo oprimía, en aras del comunismo, al proletariado ruso. La opulencia de las cúpulas de oro en forma de cebolla contrasta con los indigentes que pululan a las afueras de sus murallas. A pocos pasos se encuentran otros dos puntos obligados: la Catedral de San Basilio y los almacenes GUM, reducto de la época de la URSS convertido, a partir de la apertura económica, en el paraíso de boutiques al estilo Masaryk. Para concluir su visita a la Plaza Roja dése una vuelta por el Mausoleo de Lenin y corrobore que ser embalsamado no es la mejor forma de verse por siempre joven.

Adiós a Moscú

Nos despedimos de Moscú y de las comodidades que tanto extrañaríamos de la "civilización", y nos dirigimos al andén número 1 de la estación de Yaroslav, donde descansaba el ferrocarril que sería nuestro hogar durante las siguientes 180 horas y los próximos 9 mil kilómetros.

Estar en el Transiberiano es como transportarse en el tiempo; en el momento de su construcción llegó a ser uno de los trenes más lujosos del mundo, el problema es que hoy en día parece ser exactamente el mismo tren recorriendo las mismas vías que el día de su inauguración en 1904. No ha cambiado en nada. Calentado con carbón, con asientos cubiertos de vinil, flores artificiales decorando los pasillos y un antiguo samovar dorado en cada vagón. Todo un museo sobre ruedas que da muestra de la otrora potencia rusa.

Sexy-hostess

Al abordar el tren, el pasajero es recibido por una señora cincuentona, generalmente robusta, cuya fisonomía varía según la región, con olor a cigarro sin filtro, luciendo un uniforme muy a lo Olga Breeskin, con falda de cuero corta y botas negras. Este inusual personaje que funge como mamá adoptiva a lo largo del viaje recibe el nombre de "provonitza". Ella le traerá té calientito, le cobrará las sábanas y si usted logra tener una buena relación con ella, regalándole cigarros, por ejemplo, le permitirá utilizar su baño; algo que se agradece de sobremanera, ya que sólo hay dos baños, sin regadera, por cada 100 pasajeros, y la "provonitza" se encarga de cerrar con una tranca uno de ellos para su uso personal.

Una vez que nos acomodamos en nuestro compartimiento conocimos a nuestros primeros dos compañeros de viaje, un par de chechenos insurgentes con tatuajes y cicatrices en la cara que a la pregunta de "Do you speak english?" contestaron con un somero "killer" que resultó ser su única palabra en inglés; esto no contribuyó mucho a nuestra tranquilidad. El pánico fue disipándose una vez que sacamos nuestra bolsa de provisiones y les ofrecimos un trago de tequila a la luz de una amistosa partida de ajedrez.

Recomendamos llevar consigo comida enlatada, sopas instantáneas que se puedan preparar a toda hora con el agua caliente del samovar, papel de baño y agua embotellada. Un buen lugar para hacer este tipo de compras antes de abordar el tren en Moscú es Moskovskie Delikatesy (Varvarka ul. 14, tel. 00-7-095-298-4539).

Ekaterimburgo

Después de 26 horas de viaje llegamos a la ciudad de Ekaterimburgo, urbe industrial en las faldas de los Montes Urales. Para ese momento ya comenzábamos a sufrir los primeros estragos del "train-lag", ya que cruza siete zonas horarias y se pierde la noción del tiempo.

Los trenes y las estaciones se rigen con el horario...

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