Transgénicos: ¿Qué Comemos?

AutorRaquel Linares Maldonado

La mesa está plena de sospechas: desde las sabrosas tortillas calientitas, los totopos para la botana, las tostadas con frijoles, las sopas instantáneas, las salsas y el mole pueden ser alimentos manipulados genéticamente. Es decir, nuestra dieta básica podría estar conformada íntegramente por productos transgénicos, no identificados como tales.

La lista que el organismo ecologista internacional Greenpeace está distribuyendo desde diciembre pasado incluye también una buena cantidad de alimentos que integran la dieta infantil del mexicano: cereales empacados, catsup, pastelitos, helados, galletitas, jugos de frutas envasados, refrescos, mermeladas, cacahuates, papitas fritas, chocolates, miel y leche.

Estos y otros alimentos "mejorados" por la ingeniería genética no sólo están en las mesas de los hogares mexicanos; también están, desde 1995, en la mesa de discusión de todo el mundo, literalmente, aderezados con el agrio sabor de la polémica entre quienes impugnan su producción y consumo y aquellos que les encuentran virtudes.

Los productos agrícolas, al igual que los seres humanos, tienen una cadena genética de ADN (ácido desoxirribonucléico), que contiene sus características físicas, como tamaño, color y forma. Esta suerte de código orgánico permite insertar en una estructura biológica partículas diferentes con el objeto de modificar su orden original. Por ejemplo, un jitomate del trópico al recibir un gen de un pescado del Polo Norte debería resistir las más bajas temperaturas.

Los alimentos derivados de estas modificaciones son los llamados "transgénicos", entre los que destacan sobre todo la soya y el maíz.

Pros y contras

La ingeniería genética aplicada a los cultivos con fines comerciales data de 1995, cuando en Estados Unidos la empresa Calgene consiguió retardar la maduración de los jitomates. El sabor diferente de estas legumbres, sin embargo, despertó la desconfianza de los consumidores y acabó con el proyecto.

Javier Plasencia de la Parra, doctor en fitopatología de la UNAM, explica que actualmente a la soya se le añade un gen que elimina las hierbas silvestres. La manipulación genética del maíz también lo vuelve resistente a ciertos insectos y herbicidas.

El doctor Agustín López Munguía, del Instituto de Biotecnología de la UNAM, explica que el gen que produce la proteina que mata a las plagas viene de una bacteria natural aislada del suelo, que no está desarrollada en el laboratorio, por lo que no daña la salud del ser humano.

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