Tragedia, piedad, fantasía

AutorFrancisco Solano

Tal vez hay que destacar, definitivamente, que la narrativa que hoy se escribe en España, sobre todo la surgida a comienzos de los 90, no podrá ser estudiada de un modo sistemático. Vivimos tiempos particularmente confusos, donde el valor literario ha sido sustituido por las ventas. Una novela ya no es buena o mala; vende o no vende, sencillamente, y con esta estadística comercial se revela el gusto literario. No hay tendencias claras ni líneas de fuerza dominantes; no hay homogeneidad. ¿Se ha reducido la novela a objeto de consumo, anulándose su capacidad de artefacto artístico de revelación y conocimiento? Hoy todo está mezclado; en las librerías convive lo exquisito con lo mediocre, y la novela que nunca debió ser impresa, espantosamente escrita, desplaza o aplasta a la novela que exhibe un maravilloso estilo de cristal. Para los profesores de literatura, sin duda, este revoltijo de obras será un grave inconveniente, y se verán obligados, cuando se decidan a impartir un curso sobre la novela actual, a inventar similitudes y obviar las diferencias; a las novelas actuales, como a las islas de un archipiélago, les une aquello que las separa. Los profesores de literatura, ya se sabe, necesitan un contexto sociológico, necesitan someter la excelencia a la normalización. El crítico, al contrario del profesor, carece de perspectiva, pero actúa como un zahorí, y entre sus atribuciones debe predominar su perspicacia para apreciar lo singular entre las numerosas novedades del mercado editorial. Con este aprovisionamiento se han seleccionado tres novelas que merecen una lectura reposada. Sus autores han encarado su escritura con fervor y rigor, y con esas cualidades se exponen al lector. Poco tienen en común, pero cabe señalar en las tres igual cuidado por la forma y un alto sentido de la composición.

Las trece rosas (Siruela), de Jesús Ferrero, recupera para la memoria común un atroz suceso de la inmediata posguerra española, que ha permanecido silenciado, como si nunca hubiera sucedido: el fusilamiento de 13 muchachas ejecutadas como represalia por el atentado cometido contra unos militares. Acusadas de colaborar con las autoridades derrotadas, su único delito consistía en pertenecer al bando de los vencidos; habían sido capturadas y torturadas en los días que siguieron al fin de la guerra, cuando en Madrid imperaba el régimen de terror impuesto por los vencedores. Jesús Ferrero ha evitado los aspectos sentimentales en un asunto proclive a las...

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