Sin toros, no fue fácil

Un inesperado manto gris cubrió el cielo capitalino para dar cobijo a la corrida inaugural. El ambiente, de Temporada Grande aún con la ausencia del astro Rey. Y ante tal expectativa los toreros ofrecieron su empeño ante un pésimo encierro de Garfias.

El Zotoluco fue recibido con una gran ovación, el público le quiere pero también le exige. Con su primero se mostró discreto pero efectivo en su toreo de capa, teniendo la cualidad (antaño obligación) de dirigir el mismo la lidia. Y en el tercio final se descaró el peligroso astado que sólo quería coger al torero. Pero al frente estaba Eulalio, que se atreve a lo que muchos otros no, a lidiar lo necesario y de ahí extraer el lucimiento con valor irrestricto, pudo lo suficiente para entusiasmar los tendidos, cuajando meritorios naturales. Distinta suerte le corrió con la espada lo que le costó escuchar sólo aplausos.

Buscando más lucimiento con el cuarto, se prodigó en un ajustado quite por chicuelinas. Se encontró después con un toro deslucido, que desarrollaba sentido, tanto así que cuando se confió y empezaba a torear con cadencia por ambos lados, le cogió de fea manera. Encorajinado se levantó y volvió a la cara del burel con más arrebato que clase. A poco regresó la compostura pero ya poco había que hacer ante la sosería del garfeño. Mal con la espada escucha dos avisos.

Oscar San Román se ha mostrado recio con el capote, imponiendo sus condiciones. En banderillas ofició soberbio en la ejecución, Al tomar la muleta un impertinente viento y el incierto embestir de un "Relojero" desincronizado, le impidieron mayor lucimiento y hasta la incomprensión de algunos espectadores. Pero el queretano mostró el sitio adquirido y mató de magnífica estocada.

Decidido a calentar el ambiente le salió al quinto. Variado con el capote, en salmantinas y pintureros recortes. Cubrió el segundo tercio desbordando habilidad y recursos. Muy a menos vino la faena cuando renunció a doblarse y castigar a un toro áspero. Una tanda de jadeantes naturales fue como un esplendor en el languideciente trasteo y no hubo más. El empeño por el...

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