Tópicos Empresariales / Entre el crimen y el castigo

AutorGonzalo Rivero Torrico

Un dicho popular dice que la historia la escriben los vencedores. Los héroes son los vencedores, no los vencidos. Los monumentos que adornan las plazas, calles y avenidas generalmente recuerdan a quienes ganaron batallas y guerras. Por lo menos eso era antes, pues ahora también escuchamos las voces de los vencidos y la imagen del gran triunfador a veces disminuye su estatura. Y ciertamente, también hay monumentos y calles que llevan el nombre de quienes se destacaron en otros campos, como por sus ideas, su música, sus escritos y otros méritos.

Si Napoleón hubiera sido un contemporáneo nuestro, seguramente no hubiera podido escapar a la confrontación con quienes hubieran protestado airadamente por haber dejado que sus tropas dispararan sus armas en contra de los monumentos egipcios, desfigurando sus rostros y ello hubiera impactado a su imagen. Tampoco hubiera salido airoso frente a quienes forman las filas que defienden los derechos humanos, particularmente después de su desastrosa guerra con Rusia en la que sus soldados trataron con crueldad a los pobladores de las ciudades ocupadas y donde finalmente murieron miles de los soldados franceses que estaban bajo su mando.

Desgraciadamente, cuando hay una guerra, sea civil o contra otro país, cada bando trata de obtener la mayor información posible sobre su contrincante para reafirmar o modificar su estrategia, tratando de derrotar al enemigo y, en estos casos, la información es vital. Y esa información generalmente se obtiene torturando a los prisioneros.

Algo semejante ocurre cuando cae un delincuente en manos de las autoridades. Sostienen, quienes tienen a su cargo esta tarea, que si se le pide con la mayor cortesía a un delincuente que se suba al camión donde lo llevarán arrestado o que revele el nombre de sus cómplices o el lugar donde mantienen a un secuestrado o dónde está su cuartel, será imposible lograr su cooperación.

Es cierto que muchas veces se tortura a inocentes o a quienes no tienen la información que se precisa. Tal fue, por ejemplo, el caso de muchos de los prisioneros iraquíes que tomaron las fuerzas de ocupación de Inglaterra y Estados Unidos, algunos de los cuales todavía se mantienen en la base de Guantánamo.

Por más torturas que se les aplicó, no pudieron revelar el lugar donde el ahora extinto Sadam Hussein tenía sus armas nucleares, que fue el pretexto de la invasión, porque sencillamente no existían esos lugares ni esas armas. Por lo menos, finalmente se dio a conocer...

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