Tomás Guarneros/ Viaje a Liliput

AutorTomás Guarneros

Los pequeños habitantes de Liliput significaron un problema al viajero Gulliver. Después de su accidentada travesía por el mar, Gulliver toca playa. Agotado, se tumba a dormir en la arena. Gulliver despierta amarrado y rodeado por una multitud de hombrecillos de 15 centímetros de altura, bien armados y desconcertados. Sintió pánico y horror. Por más intentos que hacía para zafarse de las ligaduras de aquellas pequeñeces humanas, no podía.

Quien identifica "pequeñez" con "no hay problema", es bastante ingenuo. El virus de la gripe, por ejemplo, es pequeño. Una célula cancerígena, una úlcera, un juanete, una astilla en el dedo, son pequeñeces y suponen problemas.

Imagine que a usted le detectan sida. El médico se presenta con los análisis en la mano y una sonrisa de oreja a oreja. "Felicidades señor Guarneros -dice- usted sólo tiene sida". "¡Qué alivio!, gracias doctor". "No se preocupe señor Guarneros, estamos para servirle". "¿Algún tratamiento?" -pregunta usted. "Ninguno, el virus es una pequeñez".

En últimas fechas los medios han ventilado algunos problemas que nos atañen a los tapatíos. Jugosas quinielas subrepticias -en un día movilizan hasta un millón de pesos-, clandestinas peleas de perros, zapateros involucrados en contrabando y, más recientemente, la vendimia policíaca de balas y municiones.

La opinión pública, ofendida y agraviada por enésima vez, pregunta dónde está el culpable. Para tranquilidad de todos nosotros, ciudadanos de a pie, la autoridad responde: es una pequeñez. ¡Gracias a Dios!

Porque, si usted no se había dado cuenta, nuestras autoridades tienen la sartén por el mango. Prueba de ello es la declaración del jefe policíaco de Guadalajara sobre el pequeño negocito de compra venta balística orquestado por los emprendedores policías...

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