Tomás Eloy Martínez/ Venezuela, el día después

AutorTomás Eloy Martínez

A mediados de agosto de 1999, cuando hablé a solas con él en su despacho del Palacio de Miraflores, el teniente coronel Hugo Chávez Frías justificó el alzamiento militar de siete años antes contra el Presidente Constitucional Carlos Andrés Pérez porque "era preciso acabar de una vez con el mercado de ladrones en que se había convertido Venezuela y con las tragedias sociales que sufría nuestro pueblo". Le dije entonces que un golpe contra el poder legítimo seguía siendo, de todos modos, un crimen contra la Constitución y las leyes.

Con impaciencia, Chávez replicó: "Deja de ser un crimen cuando se trata de salvar a la nación. Un patriota no retrocede. Cumple con su deber, cueste lo que cueste".

Ese argumento se volvió contra él a partir del 2 de diciembre, cuando millones de personas se lanzaron a las calles de las ciudades venezolanas para exigirle que renunciara.

"Chávez, vete ya", fue la consigna que más se oyó corear. Y en vísperas de Navidad, esta otra: "Feliz libertad". El tempestuoso paro general, que empezó el segundo día de diciembre ha dejado al país sin comercio, sin bancos, sin cines y casi sin transporte.

La gigantesca industria petrolera queda paralizada. El sistema económico, al filo del colapso, sufre un drenaje de 400 millones de dólares diarios. La grieta que ha partido a Venezuela en dos tardará décadas en cerrarse.

¿Cómo es posible que Chávez haya llegado tan lejos? Desde que asumió por primera vez, en febrero de 1999, era fácil advertir que sería el primer ejemplar de una nueva especie de dictador latinoamericano: un fanático, obsesivo y utopista que se abría paso a fuerza de elecciones limpias.

Exorcizó a la prensa adversa con el caudaloso peso de sus discursos dominicales en un programa radial llamado Aló, Presidente, en el que respondía a las peticiones de alguna gente y predicaba su credo bolivariano.

"Dejémoslo hacer", decían entonces algunos ilusos que tenían fe en su programa nacionalista y agradecían su demolición de los partidos políticos tradicionales. "A lo mejor, este loco consigue transformar el país como nadie pudo". Chávez ha logrado todo eso, por supuesto. Venezuela dista de ser la misma que hace cuatro años y es un reflejo pálido de lo que era hace un cuarto de siglo. Los viejos partidos se han extinguido, la prosperidad se ha evaporado y el odio de clases -que apenas se notaba- es ahora moneda corriente.

El Presidente, que prometió acabar con la corrupción, abrió camino a corrupciones nuevas, unciendo el...

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