Tomás Calvillo / Diluvio y refundación

AutorTomás Calvillo

Para Luciano, pescador del Paraíso, que ayudó con su lancha a las familias de Las Gaviotas, y para el capitán Flores, que dirige una cocina del Ejército frente a la catedral de Villahermosa, sirviendo 4 mil 500 raciones de desayuno, comida y cena.

La imagen de los arqueólogos limpiando la cabeza olmeca es elocuente; al paso de los siglos lo que hoy conocemos como Tabasco ha resistido los embates de la naturaleza y los avatares de la historia. En esta región surgió una de las culturas madres que conformaron el invaluable mosaico prehispánico de nuestro país. En su silencio, la cabeza de La Venta nos dice más que los gritos de unos y otros ante el diluvio reciente.

Sorprende que a lo largo de los siglos en el mismo lugar surjan y declinen centros urbanos, con sus economías, jerarquías y dioses. Villahermosa expresa estos ciclos milenarios, su trópico es el de la civilización, el calor fértil de la diversidad.

Ante los cambios climatológicos, el clientelismo y la impunidad, combinación letal para Tabasco y el país entero, se tendrán que integrar la ciencia, la política y la comunidad para articular una dinámica distinta de hacer las cosas.

El presidente Calderón y las Fuerzas Armadas entendieron que esos hechos no eran un asunto estatal sino algo de magnitud nacional que desde una región tocaba las fibras de la estabilidad del país. Con sensibilidad y puntualidad política actuaron reconociendo en Villahermosa a la capital del drama y a la ciudad de la resistencia.

El gobernador Granier y su equipo reforzaron su identidad con el pueblo: las larguísimas filas de damnificados que recogen la ayuda son un cordón umbilical que llega hasta la casa de gobierno, la Quinta Grijalva; mismo cordón que impidió una fractura política y social. El químico Granier, como lo conocen los suyos, me recuerda al doctor Salvador Nava, lleno de ciudadanía; ese capital de humanidad puede ser más que útil para los desafíos de profunda dimensión social de los tiempos que ya irrumpieron.

Cerca de mil hectáreas de la capital tabasqueña se inundaron. Durante más de una semana se navegó por su centro y otras colonias. Calles y calles vacías con el agua hasta los techos. Aquí todos perdieron algo y muchos todo. La invasión del agua también lo es del silencio, ya no del que proviene de las orillas del tiempo, de la arcilla...

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