TOLVANERA / La ruta

AutorRoberto Zamarripa

El Presidente mueve montañas. "Nos comprometimos a mover a México y estamos cumpliendo", reza el lema videograbado e incesantemente repetido.

El país, sus instituciones, parecen desplazarse hacia un estadio diferente. Pero los políticos que las conducen siguen atrincherados en lo mejor que saben hacer y que no es necesariamente transformar sino bloquear.

El peso de la herencia significa el principal atenazamiento de los campeones del movimiento. El presidente Enrique Peña explica en uno de los spots que constantemente le preguntan cuándo ocurrirá el cambio. Y él amablemente responde como la canción venezolana de Simón Díaz, Caballo viejo: no tiene horario ni fecha en el calendario. No será un martes o un jueves porque ya está en movimiento, asevera Peña.

El problema es que ese ciclo de la aprobación de las reformas legislativas ocurre envuelto en las peores expresiones del pasado: incertidumbre económica; corrupción exhibida, desatada, cínica, y la violencia que muda de sedes. Factores todos de inmovilismo.

La forma es fondo. El Presidente ha omitido en los spots televisivos y en toda la propaganda esos tres temas del agobio.

Y ello genera los dobles mensajes. Hay promesas de inversión y cataratas de dinero, pero hay un entorno laboral agrietado, deprimido. Empleo e ingresos permanecen estancados.

Hay ilusión por la grandeza energética, la modernidad en la milpa del compadre, el nuevo pensamiento económico: el fracking como la etapa superior del cardenismo.

Hay entusiasmo por la política preventiva en materia de seguridad; orquestas de muchachos que se alejan de la violencia, cooperativas de viudas de sicarios que producen fruta deshidratada, lentes para los niños que les permitan ver su realidad antes que adentrarse en la monstruosidad del narcotráfico.

Pero a la vez el discurso del movimiento se aferra a la política de guerra. El Presidente abandera y homenajea a los nuevos guerreros de la Gendarmería y no se sumerge entre los grupos sociales que claman oportunidades.

Al Presidente le urge una empapada de la otra realidad. Cuántas selfies ha dispensado en cada acto. No las mismas que respuestas a las peticiones de las madres de desaparecidos, por ejemplo. Hasta dónde es un Presidente de contacto y comprensión. La política ahora atiende a impactos, no a inmersiones. Los políticos...

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