TOLVANERA / Degradación

AutorRoberto Zamarripa

Alejandro Mendoza tomó su cámara y corrió con ella para retratar a la horda policiaca que había destrozado casas y golpeado gente. A su hija le habían arrebatado el celular cuando ella quería registrar los abusos de los uniformados. Alejandro no se arredró. Frente a ellos se plantó para dar testimonio del atropello.

Fue en la colonia Doctores donde los uniformados del denominado Sector Asturias tienen demasiadas cuentas de sus delitos.

Sobre Alejandro fueron primero tres y luego ocho y luego diez policías hasta 14 policías. Lo zarandearon, lo dejaron en el suelo y ahí lo agredieron con puños, con cascos, a patadas. Le quitaron y destrozaron su equipo.

Su esposa se interpuso para defenderlo. También a ella, inclementes, arbitrarios, la golpearon en el piso. Tripulantes de cuatro patrullas y conductores de dos motocicletas policiacas observaron sin reparo. Huyeron dejándolos tirados en la calle.

El jefe de Gobierno interino, Ramón Amieva, acudió dos horas después del incidente al hospital donde Alejandro y su compañera fueron internados. Prometió investigación y castigo. Los hechos, más allá del testimonio propio de los agredidos, quedaron grabados en las cámaras que controla el gobierno capitalino desde su centro de mando. Ahí, tampoco, actuaron para impedir el atropello. La escena corrió sin orden de detener las agresiones.

Amieva tiene que castigar a todos los policías del Sector Asturias. A los agresores directos y a los cómplices que nada hicieron para detener el abuso. Puede despedirlos pero también debe castigarlos. Empezando por los mandos, los grandes depredadores y los primeros promotores de la violaciones a derechos humanos contra inocentes.

La escalera de corrupción que arma a la policía capitalina no solo lleva a una degradación moral y a la pulverización de las responsabilidades de protección y vigilancia de los habitantes de la ciudad. Los policías de calle están convertidos en reproductores del abuso del que son objeto. Los mandos les exigen diariamente sus cuotas. Los subordinados entregan el producto de su asalto, de su extorsión obtenida con golpiza, al jefe que se los pide. Los jefes tienen el permiso o la complacencia de hacer lo que se les pegue la...

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