Tolvanera / A contar y a dialogar

AutorRoberto Zamarripa
  1. Aunque parezca obvio, vale decir: la elección de ayer fue histórica. Por la afluencia de votantes, por el ambiente de calma, por la madurez en la organización ciudadana tanto para la instalación de casillas como para el cierre del proceso.

    Para una campaña de miedo, pletórica de descalificaciones, y demasiado enconada, la respuesta ciudadana es de halago a los contendientes. Podrían haberse reprobado las múltiples expresiones de desencuentro con la abstención pero la calificación en la urna mostró una exigencia a los partidos de estar a la altura de la madurez ciudadana.

  2. La elección no se decidió por nocaut. Los contendientes advirtieron en las campañas que sus eventuales triunfos tendrían un ingrediente de contundencia. No lo hubo ni lo habrá. Los resultados son divididos en todos los aspectos. Las excepciones confirman la regla (Guanajuato, Distrito Federal o Guerrero). Pero la expresión de tercios en la Cámara de Diputados y la diversidad que se perfila en la integración del Senado marca que hay una decisión ciudadana de otorgar un poder repartido, equilibrado.

  3. La batalla partidista llegará hasta el final. Hasta el último voto contado. La jornada dominical pudo haberse definido, como en otras ocasiones, con la simple estadística. Pero los sondeos a boca de urna no resultaron determinantes. Simplemente enviaron el mensaje de que la batalla debe decidirse con todas las armas de la democracia. Aquellas que se refieren al respeto escrupuloso de cada voto y de abierto diálogo entre contendientes que parecen irreconciliables.

    Prácticamente todos los encuestadores decidieron guardar sus resultados. No exhibieron sus números aunque corrieron en susurro pero nadie pudo decir, con contundencia estadística, aquí hay un ganador.

    Otro dato sobresalió: el hecho de que un importante porcentaje de ciudadanos consultados declinara revelar su opinión. La secrecía del voto corrió hasta celos impresionantes. Ése es un mensaje importante a tomar en cuenta. El ciudadano pidió que no se hablara en su nombre ni en los sondeos ni en los previsibles resultados de la urna.

  4. Es evidente que cada partido envió a sus infanterías al campo de batalla con todos los pertrechos posibles. Nadie se salva de los pecados. Si hay acusación de compra de voto está por verse quién arroja el primer billete. Si alguno alega el acarreo no habrá más que ver las sonrisas de transportistas ganones con la diversidad de clientes para sus vehículos...

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